viernes, 26 de junio de 2009

La Invasión Silenciosa

Entre los seguidores e investigadores del fenómeno ovni existen diversas y encontradas opiniones acerca de la posibilidad de una invasión por EBEs (Entidades Biológicas Extraterrestres), algunos creen que ya se ha producido. También hay controversia respecto a la bondad o maldad de los visitantes espaciales o astrales, están los que piensan que hay que prepararse para una invasión militar en toda regla, ya que ésta es inminente, hasta los que ven en ellos a los nuevos mesías que nos salvarán de los yugos autoimpuestos por nuestra ignorancia.

Ya hace muchos años el conocido general MacArthur hablaba abiertamente de la posibilidad de una invasión procedente del espacio exterior; incluso se rumoreó insistentemente que la causa de su inexplicable destitución tras la brillante campaña de Corea fueron sus discrepancias con Truman acerca de este tema.

En el gran congreso celebrado hace unos años en Acapulco sobre el fenómeno ovni, al que asistieron prácticamente todos los especialistas mundiales sobre el fenómeno, el científico y militar retirado del ejercito húngaro Mayor Colman VonKeviczky, planteó la tesis de la invasión extraterrestre desde un punto de vista estrictamente militar, al estilo de Idependence Day. A partir de entonces, no ha cesado de alertar a los grandes líderes mundiales de este peligro. De hecho, en la reunión que tuvo lugar en Naciones Unidas para estudiar el tema de los ovnis, VonKeviczky fue invitado y expuso allí su idea. El militar continúa insistiendo en su tesis, y en el congreso de la ciudad de México hizo entrega a diversos investigadores del fenómeno ovni de una copia de una carta del presidente (en aquellos momentos) Clinton en respuesta a la suya en la que le instaba a que se estudiase la probabilidad de una invasión por EBEs. Clinton le daba las gracias amablemente, aunque no pueda afirmarse a ciencia cierta si tomó en consideración alguna de sus propuestas, pese a su conocido interés por el tema de los ovnis. De hecho, se rumoreó que en su último mandato iba a hacer público todo lo referente a la cuestión, cosa que no sucedió como era de prever. Quizá simplemente porque no conoce toda la materia existente en el tema de los EBEs y los ovnis. Lo lógico es pensar que el presidente sí, sin embargo, quizá la realidad sea muy diferente.

Al principio de los años cincuenta (léase el informe "matrix") el propio Gobierno de los EE.UU. fundó un grupo formado por doce personas, llamado MJ-12 (Majestic-12), con el fin de controlar todo lo referente a los ovnis. Esta información salió a la luz de una manera extraña y ciertamente sospechosa. Aunque en 1982, Jaime Shandera recibiera un rollo de película con ésta y otras muchas informaciones adicionales de gran trascendencia, la existencia de este grupo sigue siendo hoy día motivo de controversia. Sin embargo, estas noticias supusieron un cambio en la investigación del fenómeno ovni. Stanton Friedman, científico serio y respetable, analizó los documentos concienzudamente y no le cabe duda de su autenticidad.

La invasión de los "grises"

Algunos investigadores van aún más allá. Creen
que de alguna manera hemos sido invadidos y que estamos casi a merced de una raza extraterrestre procedente de Rigel. Se trata de los llamados "grises", vistos con regularidad en algunas zonas del planeta.

Veamos en que consiste esta invasión. Según algunos investigadores, el citado MJ-12 habría ido desarrollando a partir de 1947 diferentes proyectos para estudiar y encubrir el tema de los ovnis. Concretamente, y siempre según éstos, el proyecto Platón se creó con el fin de establecer relaciones diplomáticas con los diversos EBEs y llegar a acuerdos con ellos para evitar hostilidades. Así, después del primer contacto en la base de Holloman en abril de 1964, continuaron las conversaciones en sucesivas reuniones y el MJ-12, en representación del Gobierno norteamericano, hizo una especie de trato con una de las razas alienígenas. Este convenio consistía a grandes rasgos, en una total libertad de movimientos en nuestro planeta, permitiéndoles el secuestro de seres humanos y animales a cambio de tecnología antigravitatoria. Este "bombazo", informativo, dividió a los ovnílogos norteamericanos en dos bandos, por el momento irreconciliables. Los más racionalistas creen que no hay nada de verdad en todo eso. Otros, por el contrario, creen que es cierto, cuanto menos en parte. Incluso se dice que el doctor Edward Teller, padre de la bomba de hidrógeno, habría estado en los túneles de Nevada trabajando en la puesta a punto de una bombabarreno para destruir a los extraterrestres. Según la opinión de algunos, parece ser que se hallan en posesión de esta arma letal que utilizan ya en algunas bases subterráneas. Tal ingenio bélico habría sido desarrollado en virtud del proyecto Excalibur, creado en 1972, y consistiría en emisiones de ondas pulsátiles de baja frecuencia y gran poder destructivo.
En los cuatro últimos años de su mandato, el presidente Reagan habló en varias ocasiones sobre el tema de los EBEs. Habló sobre el tema de la amenaza y de nuestra obligada unión (incluso con sus "odiados" vecinos soviéticos) si eso sucediera. Pero, ¿son estas reiterativas palabras fruto del sentido común o, por el contrario, se trata de un test a propósito de algo que se está cociendo en las altas esferas del poder? Me explicaré, aunque para ello tenga que dar un pequeño rodeo.

En 1963 se celebraron una serie de reuniones secretas, la primera y la última en un lugar llamado Iron Mountain, A ellas asistieron militares, políticos y científicos de distintas disciplinas. Se trató, entre otros, del tema de la conducción y control de las masas en épocas de paz y se llegaron a conclusiones tan nefastas para la humanidad, como que las guerras eran necesarias y que una sociedad orientada hacia la guerra es mucho más estable y creativa que una sociedad pacífica (esta conclusión a la que llegaron, me hace recordar que los servicios secretos de la mayor potencia mundial fallaron estrepitosamente en el atentado del once de septiembre, y a consecuencia el país entro en estado de guerra en un momento en que la economía mundial entraba en recesión ¿curioso verdad?). Llama la atención en este informe que una de las maneras para controlar a las masas como sustituto de la guerra sea precisamente la amenaza de una invasión extraterrestre. El informe dice textualmente: "El más ambicioso e irreal de los programas del espacio exterior no puede de por sí generar una amenaza creíble procedente de extraterrestres. Sin embargo, se debatió mucho que tal amenaza sería la mejor esperanza para la paz al unir a la humanidad contra el peligro de destrucción por EBEs". Este punto está directamente relacionado con las palabras de Reagan.

La unión de las naciones del mundo es algo que suena muy bien, pero que entraña peligros ciertos: todos unidos bajo el Nuevo Orden Mundial, al que aludía Reagan, posteriormente Bush padre, Clinton y actualmente Bush hijo, seríamos una masa mucho más manipulable e indefensa.
Pero como nos darán la noticia es hoy por hoy una conjetura, ¿Cuál será esa noticia? ¿Nos informarán simplemente de que los ovnis existen y de que están aquí? ¿Nos dirán también que tenemos que unirnos para luchar contra el invasor? En este caso, el informe Iron Mountain habrá tenido el uso para el que un día de 1963 fue elaborado. De momento, sabemos que el Gobierno norteamericano goza de la tecnología suficiente como para orquestar todo un simulacro de desembarco, naves incluidas.
Esta tecnología capaz de fabricar ovnis se copió, según algunos investigadores de la alienígena. Las pruebas de tales prototipos secretos se estarían realizando sobre Groom Lake, una base restringida al norte de Las Vegas, en Nevada, conocida también como Área 51, habitualmente utilizada para probar aviones espía como el SR-71 Blackbird y su sucesor, el Aurora. En la actualidad se sabe que tienen artefactos muy por encima de la familia de los SR-71, que, según Bill Hamilton, "harían enmudecer al propio George Lucas".

Otros investigadores, por el contrario, opinan que el fenómeno es beneficioso. El científico James Hurtack admite que hay varias especies visitando la Tierra desde hace tiempo. Algunas, entre las que incluye a los causantes de las mutilaciones de ganado y ciertas abducciones traumáticas, son nefastas para la raza humana, en tanto que los que él denomina los "divinos" serían beneficiosos y estarían ayudando al hombre en su evolución.
Robert Dean admite que el componente hostil es muy grande sin justificación aparente, pero que el contacto con ellos puede ser positivo y que, además, está a punto de producirse. Igualmente, se inclina a pensar que existe algún tipo de pacto entre ciertos Gobiernos y alguna raza de EBEs. La opinión de Dean, sin embargo, no resulta tan fiable. Su manera de actuar es, por lo menos, sospechosa: como buen militar, aunque ya retirado, puede ser que esté más activo que nunca, trabajando para su Gobierno. Lo mismo ocurre con el coronel Wendelle Stevens, cuya función en todo este juego de los ovnis no está nada clara.

El gran encuentro

Budd Hopkins, tan acostumbrado a tratar con personas traumatizadas por el fenómeno de la abducción con implicaciones sexuales, está aterrado, según decía hace poco. Cree, además, que la cosa va a explotar en los próximos cinco o diez años porque "hay ya demasiado híbrido".
El psiquiatra John Mack, igualmente con gran experiencia en abducidos, comparte la idea de que el gran encuentro se aproxima, pero cree que, a pesar de lo negativo que es en apariencia, resulta positivo para la raza humana.

La opinión del doctor Mack no deja de ser sorprendente viniendo de alguien que, como él, conoce bien el psiquismo humano. La influencia y el dominio de una sociedad más avanzada sobre otra menos desarrollada siempre ha traído consecuencias funestas para esta última. En la reunión de astrónomos y científicos de diversas ramas celebrada en 1971 en el Observatorio Astrofísico de Byurakan (Armenia), en que participaron 54 expertos con el objeto de estudiar la posibilidad de comunicación con inteligencias extraterrestres, alguno de ellos dijo textualmente que tal comunicación sería "un terremoto para la cultura humana y ésta correría el peligro de desintegrarse".

El ex alto dirigente de la CIA Víctor Marchetti confesó cuando ya estaba retirado, que los altos mandos militares y políticos de la nación creían que una aparición súbita de seres inteligentes procedentes de otros mundos acabaría con la gobernabilidad de los pueblos, ya que causaría una rebelión. Tsiolkovsky, el padre de los viajes espaciales rusos así como otros famosos astrónomos y astrofísicos de la talla de Anthony Hewish, Zdenak Kopal y Clyde Tombaugh piensan lo mismo y a sus nombres habría que añadir una larga lista de científicos, intelectuales e investigadores del fenómeno ovni desde hace décadas.

Posiblemente, el argumento de Independence Day, aunque dramático sea mucho menos sórdido de lo que está sucediendo en la realidad. No hay que ser demasiado "conspiracionista" para ver claramente que estamos a merced de un grupo de cratomaníacos que, poco a poco, y por diferentes métodos, a veces muy sutiles, han ido tejiendo su fina red sin que la gran masa sospeche nada. Probablemente debamos colocar sobre el vértice de la pirámide a los ovnis. Están ahí casi desde siempre, movidos por unas intenciones que se nos escapan, manejándonos como peones de un juego cuyas reglas ignoramos. De ser todo ello cierto, cabría el consuelo de imaginarnos como una pieza más de algún plan a escala cósmica. Lo que en modo alguno resulta consolador es albergar la fundada sospecha de que unos pocos, los de siempre, intentan una vez más vendernos al resto por treinta monedas, aunque en esta ocasión estén acuñadas en cualquier lejano rincón de la galaxia.

martes, 23 de junio de 2009

La busqueda de la inmortalidad

El deseo de la vida eterna o de permanecer siempre joven ha atormentado a la Humanidad desde el momento en que descubre que se es mortal, ¿por qué se tiene que morir uno?, ¿no hay una manera de vivir más o para siempre?, a lo largo de la historia muchos hombres y mujeres lo han intentado, ¿alguien lo logró?.

En culturas primitivas la sangre de animales siempre ha sido el portador de sus cualidades, por eso beberla las transfería al hombre. Así que beber la sangre (o comerse) a un hombre equivalía a absorber su "energía vital", que se añadía a la propia para prolongar la vida. De ahí el mito hace a los vampiros sedientos de sangre para permitirles vivir eternamente. Con el progreso de la civilización esta práctica evolucionó; al conocerse la función del hígado como órgano purificador de la sangre, parecía obvio que era él el que regeneraba la vida del individuo; así encontramos a este órgano como protagonista en la mayoría de los menús caníbales y de las recetas para prolongar la vida.

La condesa Isabel Bathory, de la nobleza rumana, tenía su propio método para vivir eternamente, y este era el de bañarse en la sangre de los campesinos que contrataba como sirvientes. Cuando ya no encontraba "voluntarios" los secuestraba.


Como en una novela de terror esta macabra práctica termina cuando su primo, el conde de Cyorgy Tharzo, al mando de un destacamento de soldados, prende a la condesa en su castillo de Csjthes la noche del 30 de Diciembre de 1610.

Al entrar al gran salón descubre horrorizado el cadáver de una muchacha desangrada , a otra aún viva con su cuerpo lleno de miles de punciones y a una tercera ya moribunda con huellas de haber sufrido terribles torturas. Bajo el castillo y en sus alrededores se desenterraron cientos de cadáveres.

Pero no todas las historias de la búsqueda de la inmortalidad son truculentas. El aliento también ha sido considerado sinónimo de vida, se pensaba que con el último aliento se expulsaba el alma, y además el aliento divino daba vida. Por eso en la época romana, y según cuenta una inscripción de entonces en mármol, Claudio Hermippus aseguraba haber prolongado su vida hasta los 115 años gracias a aspirar de forma continuada el aliento de jovencitas.
Cuanto más pasaba el tiempo más cuenta se daba el hombre que los métodos que había ido probando eran inútiles y que ninguno permitía prolongar la vida, así cada vez los sistemas eran más pintorescos y extravagantes, ora se necesitaba ingerir extraños elixires con componentes exóticos (cuerno de unicornio, mandragora, etc.) y difíciles de conseguir, ora seguir procesos escabrosos...

El conde Cagliostro, noble nacido en Palermo en 1743, tenía una técnica "infalible" para regenerar el cuerpo y poder vivir más. La técnica intentaba reproducir el proceso sufrido por los gusanos que se envolvían en su capullo de seda y renacían como mariposas, y si ellas podían hacerlo, nosotros también. Por eso su método consistía en desnudarse y tumbarse en una cama, envolver en una manta al individuo y dejarlo reposar durante un mes alimentándolo sólo con caldo de pollo. Cagliostro aseguraba que pasados unos días el individuo empezaba a perder el pelo y a caérsele los dientes hasta llegar a un estado de debilidad extremo, a partir del que se empezaría un proceso regenerativo que devolvería al infeliz sus dientes y pelo junto con la juventud. La ciencia corrobora la primera parte del experimento, la acción del escorbuto y la falta de ingestión de vitamina C haría que el individuo perdiera rápidamente el pelo y los dientes, sin embargo el resto del experimento no llegaría nunca a buen fin, y nadie más volvió a proponer tal barbaridad.


Otros métodos también quisieran imitar a la naturaleza, intentando partir de cero para "nacer de nuevo". Cuenta la historia que en Toledo, allá por el año 1434, vivía Don Enrique de Villena, escritor y nigromante, que sintiendo cerca la hora de su muerte llamó a su criado negro en el que confiaba plenamente y le dio las siguientes instrucciones: que nada más morir le descuartizara minuciosamente y metiera sus restos en una cuba preparada con una extraña pócima, la cuba se hallaba escondida entre un montón de estiércol que daría calor al preparado. Y para que nadie notara su ausencia el criado llevaría el sombrero de su amo durante los nueve meses que duraba el experimento, con él el criado adquiriría el aspecto de su amo y nadie notaría su muerte. Y así fue, y el criado se paseó por Toledo con el sombrero durante meses y todos creían ver al amo, pero cierto día se encontró de bruces con una procesión del viático a la que no pudo esquivar, y mientras pasaba el sacerdote con los santos óleos todos se iban descubriendo, menos el criado. Pero un vecino indignado por la irreverencia le quitó el sombrero y entonces todos vieron de nuevo al criado negro. Fue conducido ante el Santo Oficio acusado de brujería y de matar a su señor, ante lo que no tuvo más que confesar lo ocurrido y conducir a la Santa Hermandad hasta el estercolero en el que se escondía la cuba. Estos, convencidos que allí obraba más el diablo que Dios, rompieron la cuba y se derramó sobre el suelo un líquido viscoso en el que flotaba lo que parecía un feto de pocos meses.

Muy parecida historia se cuenta de un brujo de Gottinga durante el siglo XVIII llamado Johannes de Philadelphia, conocido entre la nobleza por sus trucos de magia y encantamientos. Murió en 1777 rodeado de misterio y se encontró en un tonel que se abrió a destiempo en el que habían metido sus restos un embrión humano a medio desarrollar.

La pócima que se metió en estos toneles sigue siendo un misterio, pero casos similares de extraños elixires se encuentras diseminados por toda la Historia. Un tratado atribuido a Paracelso titulado "De Tinctura Physicorum" (la tintura de los físicos) que data de 1570, habla de una extraña pintura con la que los médicos egipcios habrían vivido hasta 150 años. Si bien es cierto que en la edad media comienzan a venderse elixires milagrosos de manera ambulante por todos los rincones de Europa, también es la época en la que la alquimia florece para transformarse más tarde en química. La alquimia tuvo dos metas principales: la piedra filosofal con la de convertir los metales en oro y la búsqueda del elixir de la vida.

Salomón Trimosín fue un alquimista Europeo nacido en 1490, aunque no se sabe cuándo murió. De él se cuenta que vivió más de cien años gracias a su elixir, que le habría rejuvenecido varias veces regenerando sus cabellos, enderezando su columna y limpiando de arrugas su cara. Cuando se le preguntó que cuánto pensaba vivir contestó que hasta el Día del Juicio Final. Eran corrientes por el siglo XVI y XVII las historias de rejuvenecimientos súbitos entre los alquimistas y las prolongaciones antinaturales de sus vidas, todo gracias al llamado oro potable o elixir de la larga vida, que sería la disolución de la Piedra Filosofal en agua destilada, capaz de eliminar de manera selectiva el agua pesada de los tejidos haciendo que estos no envejecieran. Consumiendo una gota del elixir cada seis meses se provocaría la eliminación de todas las toxinas del cuerpo, luego se caerían la uñas, dientes y cabellos que más tarde se recuperarían como nuevos, al cabo del tiempo se iría perdiendo la necesidad de comer y la de evacuar, siendo suficiente la transpiración para eliminar líquidos. Esa sería la causa de que se supiera la fecha de nacimiento de muchos alquimistas pero no la de su muerte, como ocurre con la del francés del siglo XV Jean Lallemant.

El alquimista más conocido fue el célebre Saint Germain, que empezó sus andanzas por este mundo en el siglo XVIII. Voltaire escribía sobre él a Federico II de Prusia que era un "hombre que nunca muere y conoce todas las cosas". Su primera aparición histórica data de 1743 en Londres, donde empezaron a correr rumores de que era mucho más viejo de lo que aparentaba.

Como era conde se codeaba con la nobleza y hablaba de hechos históricos de siglos pasados con tal cantidad de datos y detalles que parecía haber sido testigo ocular, de hecho decía haber conocido a Julio César y a Poncio Pilatos.


Se cuentan diversas anécdotas suyas, una de ellas habla del encuentro en casa de Madame Pompadour con la condesa Gerhy cierto día de 1750, la cual había estado 50 años antes en Venecia cuando su marido era embajador de dicha República. La condesa se acercó a Saint Germain y le preguntó:
- Caballero, ¿tendríais la bondad de decirme si vuestro padre residía en Venecia en 1700?
- No señora -respondió el conde- pues hace mucho más tiempo que perdí a mi padre. Era yo quien vivía en Venecia a finales del siglo pasado y a comienzos del presente. Tuve entonces el honor de haceros la corte y vos tuvisteis la bondad de elogiar algunas barcarolas compuestas por mí y que cantábamos juntos.
- Perdonad mi franqueza, pero eso no es posible. El conde Saint Germain de entonces tenía 45 años y vos no representáis más edad en estos momentos.
- Señora, -contestó esbozando una sonrisa- soy mucho más viejo de lo que suponéis.
- Según esa cuenta, deberías tener más de 100 años.
- Es posible que los rebase...

Los que conocieron al conde notaron que nunca aparecía cansado, que jamás se le veía comer ni beber a pesar de los innumerables banquetes a los que asistió y nunca se interesó sexualmente por las mujeres. La fecha oficial de su muerte es la de 1784, en el castillo de Landgrave de Carlos de Hesse-Cassel, y en ausencia de éste. Muchos dicen no tener pruebas de su fallecimiento. A partir de esa fecha se asegura haberle visto en distintos lugares y en diversas épocas: 1785 en Rusia, 1792 en París, en 1867 en una reunión de la Gran Logia en Milán, en 1896 la teósofa Annie Besant dijo haberse encontrado con él, y en muchos más lugares y fechas hasta bien entrado nuestro siglo. En Viena existe el testimonio del rosacruz Franz Gräffer; el conde anunció su despedida así: "Hacia final de siglo desapareceré de Europa, iré a la región del Himalaya, reposaré... Me volverán a ver dentro de 85 años, día a día. Adiós, os quiero."

Otros volvían al cabo de 100 o 300 años después de haber estado "hibernando" o "durmiendo" en alguna parte de este u otro mundo. Son multitud las leyendas populares que hablan de personas que desaparecieron, se perdieron o fueron raptadas para luego aparecer de nuevo tras muchos años como si para ellos hubieran transcurrido sólo unas horas. Se habla de zonas en las que el espacio-tiempo está alterado, de modo que cuando alguien pasa por allí permanece en un estado de adormecimiento o "sueño encantado" gracias a veces a una comida o bebida, algunos al volver al tiempo normal sufren en un momento los estragos de la edad que se saltaron.

Es célebre la historia de los "siete durmientes de Éfeso", que se refugiaron en una cueva huyendo del edicto que proclamó contra los cristianos el emperador romano Decio en el siglo III. Sin que ellos se percataran estuvieron allí 187 años, cuando salieron al exterior apenas les duró la alegría unas semanas, fueron muriendo uno a uno presas de un súbito envejecimiento. Un caso más reciente lo encontramos en la historia que cuentan los tinerfeños de San Juan: una niña salió a buscar peras y entró en una cueva en la que quedó dormida. Cuando despertó y salió al exterior habían pasado 30 años, aunque ella conservaba el mismo aspecto y edad que cuando desapareció.

Todas estas búsquedas de la juventud han marcado a la humanidad desde el comienzo. Lo intentaron los egipcios momificando a sus muertos, fue y es usado por multitud de credos para sus propios fines, cuando los exploradores españoles se aventuraban en el continente americano buscaron hasta morir el Dorado y la Fuente de la eterna Juventud. Con la llegada de la ciencia se empezó a buscar una solución más modesta que vivir siempre, y era la de retrasar la muerte o aparentar juventud, así nacieron los cosméticos y progresó la medicina moderna. ¿Está ahora más cerca el Hombre de conseguir su sueño?, es cierto que la esperanza de vida actual es la más alta de la historia, y si para la antigua Grecia un hombre de 40 años ya era viejo ahora podemos esperar vivir hasta los 90. ¿Dónde está el límite? En recientes experimentos con monos se ha observado que si no se fuma ni bebe en exceso, si se hace ejercicio y si se sigue una dieta variada pero espartana (comer un 30% menos de calorías de lo normal) alarga la vida hasta un 40%. También la genética puede ayudar a la humanidad a vivir más y mejor; el gen SOD1 es que el que regula la eliminación de los radicales libres que oxidan nuestro organismo y le hacen envejecer, así una alteración genética que añada otro gen SOD1 alarga la vida hasta un 40%, al menos así ocurrió con los animales de laboratorio. Otro camino que busca alargar la vida consiste en retrasar la edad en la que se tengan hijos, puesto que lo que "busca" la naturaleza es perpetuar los genes de cada individuo, y una vez que por la edad ya no se puede procrear, el ser ya no necesita vivir, si se tienen hijos un poco más tarde en cada generación, según las modernas teorías genetistas, cada vez se vivirá más.

Quizás la vida eterna se consiga gracias a la tecnología, quizás sea por las obras (literarias, arquitectónicas, científicas...), tal vez ya no podamos alargar más la vida física porque no estamos hechos para ello e incluso no nos convenga (imaginemos un dictador que gobierne cientos de años). Lo cierto es, que se sepa, nada dura eternamente.

sábado, 20 de junio de 2009

La profecia de San Malaquias

La profecía en cuestión, redescubierta por un sacerdote provinciano, era nada más y nada menos que una predicción muy antigua, atribuida a San Malaquías, obispo irlandés que había vivido en el siglo XII, y publicada por primera vez en 1595. Desde entonces, este escrito había hecho correr ya mucha tinta, y tanto los partidarios como los detractores de su autenticidad se dedicaron a defender con fuerza sus posturas a lo largo de varias generaciones. El contenido de la profecía era claro: pretendía dar a conocer el número exacto de papas que habrían de sucederse hasta el fin del mundo. Pero esta profecía de San Malaquías no era la única de esta clase: existieron tres más, menos famosas, pero que constituyen otros tantos testimonios curiosos en torno al tema.

La primera, en la que no consta el nombre del autor, es una recopilación manuscrita que se conserva en la Biblioteca del Arsenal de París. Empieza por el papa Pío II(1458-1464) y fija la fecha del fin del mundo en la época del séptimo sucesor de Sixto V, es decir, en la de Gregorio XV, que murió en 1623.

El segundo libro, llamado "de Escaligero", contiene dos vaticinios bastante oscuros que datan del siglo XIII, y cita como último papa a Urbano VI, que reinó de 1378 a 1389.

La última profecía, por fin, es atribuida a un tal Joannini, y fue impresa en Venecia en 1600; su contenido es tan fantástico como el de las dos anteriores.

Sus autores, por lo demás, eran personas prudentes, y uno de ellos no dudó en terminar su predicción con ciertas reservas, como si quisiera curarse en salud: Por lo demás, el Señor, que tiene entre sus manos las propias estrellas del firmamento, es lo bastante poderoso como para cambiar de opinión, si le place.

Las predicciones de San Malaquías parecen ser de otro tipo: Quizá el éxito y la audiencia que obtuvieron se deban al hecho de que sitúan el fin del mundo en los años cercanos al año 2000. Además, como esta profecía todavía no se ha podido cumplir, ya que quedan dos papas más después de Juan Pablo II, mantiene intacta toda su credibilidad. Todas estas razones sin duda han pesado mucho en el interés que ha suscitado este tema y que sigue suscitando en nuestros días -quizá con mayor intensidad-, dado que la fecha crucial se acerca amenazadoramente.

De todos modos, hay que reconocer que buen número de estas profecías sobre los papas resultan verdaderamente inquietantes por cuanto parecen coincidir de manera asombrosa, a veces casi a la perfección, con la realidad histórica de los distintos reinados pontificios.

Antes de abordar el estudio del texto propiamente dicho, veamos cuál pudo ser su verdadero autor. Malaquías nació en el año 1094, en Irlanda, en la ciudad de Armagh. Cuando todavía era joven quiso hacerse sacerdote, y se puso bajo la dirección espiritual de un piadoso ermitaño llamado Ismar. El obispo de Armagh, impresionado por la santidad de su vida y de sus intenciones, le concedió el sacerdocio. Entonces se dedicó a reformar los monasterios y a restablecer en ellos la disciplina. La intensidad y eficacia de su labor hicieron que a los treinta años accediera al obispado.

Unos años más tarde, se convirtió en arzobispo de Armagh y en primado de Irlanda, que era la más alta dignidad eclesiástica del país. Malaquías puso todo su empeño en vigilar las costumbres de su clerecía y en evangelizar las zonas rurales. Luego, una vez creyó cumplida su tarea, renunció a todos sus cargos y se retiró, por humildad, en la pequeña diócesis de Down. En 1139 realizó un viaje a Roma, y de paso visitó el monasterio de Clairvaux (Claraval), donde entabló una estrecha amistad con el fundador, San Bernardo. En Roma fue recibido con los máximos honores por el papa Inocencio II, y regresó a Irlanda para proseguir su apostolado.

En 1148 regresó a Francia para saludar al papa Eugenio III, que debía trasladarse allí, y tuvo el consuelo de morir en brazos de San Bernardo, quien más tarde redactó una biografía de su amigo donde aludía ya a sus dotes proféticas: Las disciplinas reconocieron que Malaquías gozaba del espíritu de la profecía... Si nos fijamos bien en los hechos llevados a cabo por él, nos daremos cuenta que entre ellos no faltan profecías, revelaciones, castigos de impíos, gracias de curación, conversiones, resurrecciones de muertos... Dios, que lo amaba, lo adornó con todas sus glorias.

He aquí pues atestiguadas las dotes de vidente de San Malaquías, y ello por un testigo muy solvente. Pero esto, ¿equivale a afirmar que realmente fue él el autor de la profecía sobre los papas? Muchos lo creyeron así; otros lo rechazaron. Lo cierto es que nadie oyó hablar de ella antes de 1595, fecha en que fue publicada por primera vez y que se sitúa casi cinco siglos y medio después de la muerte del presunto autor. Parece imposible que ese escrito permaneciera tanto tiempo desconocido.

La obra de 1595 se debía a un monje benedictino de la ciudad de Douai, en el norte de Francia, llamado Arnold de Wyon. Nació en 1554, y se retiró a Mantua (Italia) a raíz de los trastornos políticos y de las guerras que asolaban Flandes. Había escrito ya diversos tratados muy eruditos acerca de la historia de su orden cuando en 1595 editó su Lignum vitae (Arbol de vida), dedicado al rey Felipe II de España, que consistía en una enumeración de los benedictinos que habían sido elevados a la dignidad episcopal.

Tras relatar varios episodios de la vida de uno de ellos, San Malaquías, añade: "Escribió algunos opúsculos. Hasta hoy, no he tenido la oportunidad de ver ninguno, excepto una profecía relativa a los soberanos pontífices. Como es muy breve, y que yo sepa no ha sido impresa todavía, y dado que a muchos les complacería conocerla, paso a copiar aquí su texto."

Siguen entonces 111 pequeños párrafos o divisas que van desde el papa Celestino 11(1143- 1144) hasta un texto que anuncia el juicio final y el fin del mundo bajo el pontificado de un tal Pedro el Romano, el 112° papa después de Celestino II. Recordaremos que el actual Santo Padre es el 110° de la lista de San Malaquías. Esta proximidad del fin del mundo inquietó de tal manera al gobierno de Luis XVIII que decidió impedir la publicación del libro.

Los 74 primeros párrafos, hasta Urbano VII (1590) iban seguidos de un breve comentario explicativo firmado por un erudito dominico español, Alphonsus Ciacconius. especialista en historia del papado. Algunos críticos, posteriormente, apuntaron que era él el verdadero autor de todo el texto, y que habría abusado de la buena fe y de la credulidad de Arnold de Wyon. ¿Qué motivos le habrían empujado a ello? Influir en los cardenales reunidos en cónclave tras la muerte de Urbano VII para que eligieran al obispo de Orvieto, amigo de Cíacconius, el cardenal Simoncelli. Efectivamente, al sucesor de Urbano VII le atribuía como divisa De antiqaitate urbis (de la ciudad antigua), es decir, de Orvieto (topónimo que deriva de Urbs vetus, ciudad antigua).

Es posible, pero no seguro: a fin de cuentas, Simoncelli no resultó elegido, y en estas condiciones debemos preguntarnos qué razones habrían tenido estos eruditos para publicar cinco años después una profecía de circunstancias, y que por lo demás había fracasado.

Además, existe otro hecho innegable: la profecía de los papas, ya desde su aparición, llegó a ser conocida en toda Europa, y suscitó un enorme interés, hasta el punto de que entre los sabios de todas clases que se dedicaron a investigarla, la mayoría creyeron en su autenticidad. ¿Se trataba realmente de la obra del obispo de Armagh, o de un texto fabricado a fines del siglo XVI? Parece difícil optar por una u otra afirmación, mientras no aparezcan pruebas contundentes en un sentido o en otro.

Pero queda por verlo más interesante de todo: la última parte de la profecía, la que se refiere a los papas que fueron elegidos después de la impresión del libro en 1595. Después de esta fecha, efectivamente, no cabe ninguna posible falsificación: no se puede pensar más que en un bromista que habría elaborado sus predicciones una vez acaecidos los hechos.