miércoles, 31 de octubre de 2012

La misteriosa enfermedad de las niñas afganas



Una misteriosa enfermedad está afectando varias escuelas femeninas en Afganistán. Cientos de estudiantes han sido trasladadas a hospitales, y muchos profesores y funcionarios sospechan que han sido envenenadas. Sin embargo, ninguna sustancia ha sido encontrada todavía.

En la Escuela de Bibi Hajera, en la provincia de Tajar, en el norte de Afganistán, el día comienza ahora de manera diferente.

Las chicas llegan con sus velos islámicos blancos limpios, pero antes de entrar en el salón de clases, sus maestros las registran. Todas son sometidas a inspección, incluso la más pequeñas.

El 23 de mayo, las niñas comenzaron a caer enfermas como piezas de dominó. Se sospechaba que la bomba de agua de la escuela había sido envenenada.

"Una de mis compañeras de clase estaba en el jardín de la escuela. Sea cayó al suelo y se la llevaron al hospital. Algunas se enfermaban en la calle, algunas en casa", dice Naziah, quien no ha alcanzado la adolescencia y quiere ser médico algún día.

Manos internacionale s

El director de la escuela, Abdul Hai, no tiene ninguna duda de que una mano criminal está detrás de lo sucedido.

"Interferencia externa es la responsable. Los talibanes afganos no son lo suficientement e sofisticados como para desarrollar venenos. Esto fue causado por los enemigos de Afganistán y nuestro gobierno", dijo.

Durante todo el verano, la televisión nacional e internacional ha estado informando de los supuestos ataques. También ha habido niñas enfermas en otras provincias, como Khost, Bamiyan y Nangarhar.

Las imágenes son perturbadoras: chicas jóvenes en camas de hospital con sondas, lamentándose o desmayándose.

En ocasiones, los funcionarios locales han dado información contradictoria . Si una vez dijeron que la enfermedad fue producto del envenenamiento, en otra atribuyeron el caso a una situación de histeria colectiva.

Las jóvenes suelen salir del hospital en cuestión de horas. Ninguna de ellas ha muerto.

Pero las imágenes de las pacientes, presas de la angustia o padeciendo un dolor que parece considerable, han causado indignación.

Talibanes

El dedo acusador también ha apuntado a los talibanes. Los insurgentes, que prohibieron la educación femenina durante su gobierno, parecen sospechosos obvios, en opinión de las autoridades afganas.

Estos niegan su participación y emitieron una declaración en la que señalan a los "invasores y sus medios de comunicación contratados" de emitir falsas acusaciones, como parte de "la guerra de los medios, que no tiene ninguna base en la realidad".

Uno de los primeros ataques ocurrió en el pueblo de Rustaq, en la provincia de Takhar. Cinco muestras de agua fueron tomadas dentro y en los alrededores de la Escuela de Niñas Dabiristan por el Ministerio de Salud Pública.

Pero Afganistán no tiene la tecnología para analizarlas, por lo que la misión internacional en Afganistán, la ISAF, envió las muestras a un laboratorio fuera del país. El laboratorio no encontró rastro de nada sospechoso.

"Sólo encontramos las bacterias que se hallan naturalmente en el agua, no hay pruebas de toxinas", dijo el portavoz de la ISAF, el teniente coronel Jimmie Cummings.

Aún así, las niñas siguieron cayendo enfermas. Los padres exigían respuestas, y medidas por parte del gobierno.

Sospechosos

A principios de junio, 14 sospechosos fueron detenidos y trasladados a una cárcel de Kabul, a cargo de la agencia de inteligencia afgana, el NDS.

La mayoría de los detenidos han sido puestos en libertad, pero a principios de esta semana, se me invitó a conocer a tres de los sospechosos todavía tras las rejas.

Ningún abogado estuvo presente. Y antes de cada entrevista, un funcionario del servicio de inteligencia (NDS) le dio instrucciones breves a los prisioneros sobre cómo responder.

Los tres están acusados de pertenecer a una cadena de suministro que trajo dos botellas de veneno de Pakistán, a través de la provincia de Kunar, al Takhar.

Uno de los sospechosos, Najibullah, maestro de escuela, me dijo que le dio dos botellas de veneno y 50.000 afganos (US$1.000) a dos niñas. Al menos una de las botellas fue utilizada.

"Fue un error", me dijo, cuando los funcionarios del NDS lo miraban. "Fue antiislámico, y fue mi culpa", añadió.

Otro hombre, el mulá Yakub, admitió formar parte de los talibanes y haber ayudado a transportar los líquidos. El tercero, Nooragha, niega cualquier implicación.

La presión para encontrar a los responsables de perjudicar a las escolares ha sido enorme. Los tres hombres pronto serán entregados a la Fiscalía General para su enjuiciamiento .

Pero a falta de cualquier evidencia física de las toxinas, otros cuestionan si los ataques son reales.

Shrafudin Azemi, profesor de psicología en la Universidad de Kabul, cree que las tensiones de años de conflicto, y el poder de los medios de comunicación, han provocado el pánico entre los escolares afganos.

"Las investigacione s médicas y penales indican un daño mental, no un daño físico, a las víctimas de Afganistán, que ha estado en guerra durante 30 años. La gente de aquí están sufriendo bajo un gran estrés", dijo.

En la escuela Bibi Hajera, todas las chicas han regresado a las aulas. A falta de evidencia sólida, los hechos son desconcertante s.

Algunos quieren que las niñas dejen de asistir a la escuela. Aunque por ahora, la supuesta intoxicación es un misterio que sigue sin respuesta.

Otro hombre, el mulá Yakub, admitió formar parte de los talibanes y haber ayudado a transportar los líquidos. El tercero, Nooragha, niega cualquier implicación.

La presión para encontrar a los responsables de perjudicar a las escolares ha sido enorme. Los tres hombres pronto serán entregados a la Fiscalía General para su enjuiciamiento .

Pero a falta de cualquier evidencia física de las toxinas, otros cuestionan si los ataques son reales.

Shrafudin Azemi, profesor de psicología en la Universidad de Kabul, cree que las tensiones de años de conflicto, y el poder de los medios de comunicación, han provocado el pánico entre los escolares afganos.

"Las investigacione s médicas y penales indican un daño mental, no un daño físico, a las víctimas de Afganistán, que ha estado en guerra durante 30 años. La gente de aquí están sufriendo bajo un gran estrés", dijo.

En la escuela Bibi Hajera, todas las chicas han regresado a las aulas. A falta de evidencia sólida, los hechos son desconcertante s.

Algunos quieren que las niñas dejen de asistir a la escuela. Aunque por ahora, la supuesta intoxicación es un misterio que sigue sin respuesta.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Stonehenge: La Gran Mentira

Un artículo titulado “Stonehenge, the big hoax”, adelantado en la edición digital de EEUU, el arqueólogo Mike Parker Pearson pone encima de la mesa las pruebas que demuestran que el 90% de las piedras que hoy vemos en Stonehenge no pertenecen a la formación original y fueron colocadas en sucesivas “restauraciones” como parte de un gran montaje. Y para atestiguarlo, aporta la correspondencia entre los autores del engaño y las autoridades británicas desde el año 1898 en adelante.






Entre la documentación aportada por Parker Pearson hay cartas, planos, bocetos del proyecto y una colección de fotografías que hasta ahora no habían visto la luz. En muchas de ellas puede observarse a los operarios al servicio de Su Majestad levantando con grúas las pesadas piedras y colocándolas unas sobre otras para simular una gran formación de megalitos. “Debemos construir algo grande”, aseguraba el ingeniero jefe en una misiva de febrero de 1901, “un monumento que ponga Gales en la mente de todos y haga palidecer los hallazgos del continente [franceses]”.






El autor del artículo, el profesor Parker Pearson, lleva más de diez años dedicado al estudio de este monumento y es el primero en reconocer, con cierto sonrojo, que él mismo ha sido víctima de un montaje de proporciones colosales que ha durado más de cien años. Pearson se topó con la primera pista mientras realizaba un análisis rutinario de la base del altar central, durante uno de los muchos trabajos que ha realizado en la zona.

Como parte del análisis, su equipo analizó esta roca y el resto del círculo central que aparecen en los pocos grabados del monumento anteriores al siglo XX y las comparó con el conjunto. El resultado les dejó sin aliento: cerca del 90% de las grandes rocas de dolerita presentaban una variedad de feldespato incompatible con las rocas de las colinas de Preseli, de donde proceden los megalitos más antiguos. En otras palabras: algo no encajaba en el puzle de Stonehenge.

Intrigado por los datos, Pearson comenzó a indagar sobre la historia de la excavación y empezó a atar cabos. Revisó los primeros planos de Stonehenge, la documentación primigenia y llegó hasta un misterioso personaje llamado William Gowland, que había trabajado en una primera “restauración” del monumento en 1901. Después de dos años, la investigación le llevó hasta una vieja mansión en Amesbury, perteneciente al propio Gowland, y a varias casas en el entorno de Stonehenge, donde encontró todas las claves para desmontar el engaño.





Los documentos oficiales reconocen a William Gowland como el ingeniero que ayudó en 1901 a restaurar parte de la formación y a levantar la piedra 56, en la parte oeste del gran Trilithon, pero la realidad es que añadió al menos una docena de piedras más y tramó el plan para que en los años posteriores se añadieran decenas de ellas sin conocimiento de la opinión pública.

“La cabeza me daba vueltas”, escribe Parker Pearson en National Geographic. “Había decenas de cartas entre Gowland y alguien del gobierno que firmaba como 'Mr. H' en las que detallaban un meticuloso plan para convertir la zona en un foco de atracción basado en la cultura druida, y que debía mantenerse en el más absoluto secreto".

Por lo que se deduce de las notas, el plan fue tramado por el círculo de amistades de Gowland, que incluía a Alfred Harvey (muy bien situado en las más altas esferas de la administración y posible 'Mr. H') y varios poetas de poco renombre y especialmente interesados por la historia británica.





"Será como un sueño druida", escribía el poeta Milton Partridge en una carta a Gowland. "Debéis hacer algo a la altura de sir Walter Scott, digno del Rey Arturo". En otro de los documentos, firmado por un amigo astrónomo de Gowland, Douglas Byron, se presentan varios mapas del cielo de Gales durante el solsticio de verano y la disposición que deben tener las rocas para conseguir el alineamiento. "Es una planificación concienzuda", insiste Parker Pearson, "se tomaron tiempo de pensar hasta en el último detalle".

“Las fotografías acabaron de convencerme”, asegura Pearson. Algunas estaban en las casas y otras se las han proporcionado fuentes del gobierno británico, que siguen desde hace meses su investigación y que, aunque no se han pronunciado, tampoco han negado los hechos.







La investigación de Pearson revela que hubo tres "restauraciones" sucesivas, en 1901, 1919 y 1920, y una última en 1958, en las que se añadieron rocas y monolitos falsificados y se ocultó la información a la sociedad británica. Las pruebas fotográficas y documentales muestran que todo fue una gran mentira aunque, como dice Pearson, “parece increíble que algo tan evidente haya tardado tantos años en salir a la luz”.

La documentación original tardará varias semanas en ser publicada, pero las pruebas que presenta National Geographic en este número especial de enero parecen tener suficiente contundencia como para hacer tambalearse el mito de Stonehenge y cuestionar la forma en que ha trabajado la Arqueología en los últimos años.

viernes, 19 de octubre de 2012

El humo radiactivo que las tabacaleras quisieron ocultar



Un estudio revela que la industria conoció durante décadas cómo eliminar compuestos radiactivos de los cigarrillos y no lo hizo porque disminuiría su poder adictivo

En el contexto de sus investigaciones sobre el asesinato de la periodista Anna Politkóvskaya, en 2006, el ex teniente coronel de la KGB Alexander Livtinenko fue envenenado con Polonio 210 (Po210), un metal radiactivo y cancerígeno del que se detectaron trazas en los lugares por los que pasó, entre otros el estadio de fútbol del Arsenal.

La alarma social desatada entonces sorprende a Rodrigo Córdoba, exportavoz del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, "cuando en muchos casos un asesino potencial [el humo de tabaco que incluye el Po210] abunda en los domicilios y, hasta hace poco, en los lugares públicos".

En efecto, se calcula que un fumador de cajetilla y media diaria recibe una radiación equivalente a unas 300 radiografías de tórax al año. Según Robert N. Proctor, profesor de Historia de la Ciencia en la Universidad de Stanford, "el tabaco es la causa principal de exposición radiactiva en los seres humanos".

unque escasamente conocido por el gran público gracias a los esfuerzos de la industria tabaquera, los cigarrillos incluyen elementos radiactivos, como el Plomo 210 (Pb210) o el Po210, que contribuyen al desarrollo de cáncer de pulmón.

Fueron Edward P. Radford y Vilma R. Hunt los que por primera vez describieron en 1964 en Science el hallazgo de Po210 emisor de partículas alfa (un tipo de radiación ionizante) en cigarrillos. Pero las tabaqueras lo supieron antes, junto con sus repercusiones sobre la salud, que estudiaron durante décadas.

Una reciente revisión publicada en Nicotine & Tobacco Research asegura que empresas como Phillip Morris (PM) —fabricante de Marlboro, Chesterfield o L&M— o British American Tobacco (BAT) —Lucky Strike o Pall Mall— conocían su presencia desde 1959.

Los investigadores de la Universidad de California revisaron numerosos documentos de la industria de los más de 70 millones de folios que fueron desclasificados en 1998 a raíz del Tobacco Master Settlement Agreement, el acuerdo entre cuatro grandes tabaqueras y 46 estados de EEUU, por el que las primeras se comprometían a compensar económicamente los gastos sanitarios derivados del tabaquismo, a cambio de su exención de responsabilidad legal.

Las tabaqueras conocían también su efecto carcinógeno, según los expertos. Así, aunque la cantidad por cigarrillo es mucho más pequeña que la usada para matar a Livtinenko, esta radiación causa anualmente en torno al 13% de las muertes por cáncer de pulmón entre los fumadores habituales, según la propia industria, los autores de este estudio y los datos de la Agencia de Protección Medioambiental estadounidense. Además, dado que un 50% del humo se libera al entorno, los fumadores pasivos también están expuestos a esa radiación.

De acuerdo con los investigadores, desde 1980 se conocía el lavado ácido que, modificando el pH, elimina el Po210, pero la industria evitó utilizarlo porque disminuye también la capacidad adictiva de la nicotina. Según Proctor, otras cuatro técnicas han estado disponibles y tampoco se han utilizado.

El subdirector de Investigación de la tabaquera R.J. Reynolds, Claude E. Teague, no podía ser más elocuente en un documento de 1972: "Si aceptamos mansamente las denuncias de nuestros críticos y avanzamos hacia la reducción o eliminación de la nicotina, finalmente liquidará nuestro negocio.

Si tenemos la intención de permanecer en el negocio, la fabricación y venta de formas de dosificación de nicotina, tenemos que defender nuestra posición".

A través de la tierra
Las sustancias radiactivas están presentes "en todas las marcas de cigarrillos disponibles", asegura el estudio. "Es un problema en todo el mundo", señala el doctor Hrayr Karagueuzian, investigador principal. Por un lado, los elementos radiactivos llegan al tabaco a través de la radiación emitida por la corteza terrestre. Las pequeñas cantidades de uranio presentes de forma natural en el suelo se desintegran en forma de radón-222 (Rn222), un gas radiactivo que es absorbido por el polvo y acaba depositándose y acumulándose en unas proyecciones pegajosas de las hojas de tabaco denominadas tricomas, formando complejos resinosos resistentes a la lluvia o el curado de las hojas.

El Rn222 decae a su vez, dando lugar a partículas de Pb210 y Po210, que alcanzan en los tricomas concentraciones 10.000 veces más altas que en toda la planta. Por otro, mediante la absorción por las raíces de fertilizantes fosfatados, creados a partir de rocas sedimentarias de fosfato que contienen uranio, comunes en el cultivo de tabaco y otros productos agrícolas por favorecer grandes cosechas. Cuando un cigarrillo se quema, se evaporan estos compuestos que inhala el fumador.

Según Armando Peruga, gerente de la Iniciativa Libre de Tabaco de la OMS, este organismo no establece recomendaciones específicas sobre el Po210, aunque recomienda eliminar todas aquellas sustancias "tóxicas o adictivas". Por su parte, el Ministerio de Sanidad remite a la política común de Bruselas.

Como asegura una portavoz del Comisariado de Investigación, Innovación y Ciencia de la UE, "en la actualidad, no hay límites para el polonio o uranio en los fertilizantes fosfatados".

Dado que su gran mayoría se importa de países extracomunitarios (principalmente Marruecos), esta regulación "sólo tendría beneficios para el tabaco cultivado en la UE", mientras que la mayoría se produce fuera, explica. "En consecuencia", concluye, "la regulación de los productos radiactivos en el tabaco sería una medida más eficaz que la de los fertilizantes".

Sin embargo, desde la Dirección General de Salud y Consumidores, encargada de la regulación del tabaco, se asegura que, aunque la Comisión Europea está revisando la vigente directiva sobre productos del tabaco, "no hay planes para regular la radiactividad absorbida por las hojas del tabaco".

A preguntas recientes de parlamentarios europeos, el comisario de Salud y Consumidores, John Dalli, respondió que como la principal toxicidad del tabaco se produce por la combustión de la hoja, "las restricciones de ciertos productos químicos tendrían un efecto limitado en la reducción de la toxicidad global".

A esta respuesta se aferra Phillip Morris para minimizar los riesgos y añadir que "durante décadas" ha buscado cómo "reducir los componentes dañinos del humo". BAT, por su parte, no ha respondido a las preguntas de Público.

Según Rafael García Tenorio, catedrático de la Universidad de Sevilla y vicedirector del Centro Nacional de Aceleradores del CSIC, dada la radiación natural, "probablemente una lechuga tiene la misma" cantidad de elementos radiactivos que un cigarrillo. De hecho, es un argumento que utilizan las tabaqueras para justificar su inacción.

Entonces, ¿cuál es el problema? Lo aclara Karagueuzian: "Es posible que otros productos agrícolas puedan contener partículas alfa. Pero en el humo del cigarrillo la partícula alfa forma un complejo con partículas insolubles que se atasca en las bifurcaciones bronquiales, donde queda retenida unos 120 días [dada la dificultad del pulmón para lavarlas], aumentando el riesgo de cáncer".

martes, 9 de octubre de 2012

Descubrimientos imposibles: El yacimiento de Glozel

Glozel, aldehuela de la montaña Borbonesa, está situado en el municipio de Ferrieres/Sichon en el departamento de Allier a una veintena de kilómetros en el sureste de Vichy.






El 1° de marzo de 1924, en el campo Duranthon ( rebautizado más tarde campo de los muertos ), un joven agricultor de 17 años, Emile, y su abuelo, Claude Fradin, hacen un descubrimiento imposible que desencadena una de las más violentas polémicas arqueológicas del siglo XX porque pone en duda lo que se sabía sobre los orígenes de la escritura.

Al roturar un haza de terreno, unos de los bueyes tirando del carro cae en un hoyo, en el interior del cual Emile topa con huesos humanos. Con el descubrimiento de esta tumba, piensan haber encontrado un tesoro, las primeras excavaciones se hacen con pico y pala. Hallan varios objetos, urnas, vasos, hachas y tablillas grabadas. Rompen las urnas pero no contienen más que tierra, decepción, vuelven a tapar el hoyo y siembran la avena.





En el transcurso del verano, la Sociedad del Borbonesado se desplaza, saca muestras y las manda al Dr Capitán de Bellas Artes.
En aquella época, el Dr Capitán, el padre Breuil y el conservador del museo de los Eyzies, el Sr Peyroni, representaban el triunvirato ineludible de la prehistoria.





Mientras tanto, en 1925, Antonin Morlet, médico de Vichy, apasionado por la arqueología, se entera del descubrimiento y se persona en el lugar junto con su esposa. Fascinado por lo que encuentra, obtiene el derecho de publicación sobre los objetos que siguen siendo la propiedad de Emile Fradin.


jueves, 4 de octubre de 2012

La sacerdotisa maldita: La maldición de la princesa Amon-Ra

La hoy conocida como “Princesa de Amon-Ra” o “Sacerdotisa de Amon-Ra” vivió alrededor del año mil quinientos antes de Cristo. Cuando murió fue depositada en un bello sarcófago de madera, embalsamada y enterrada en una cripta en Luxor, junto a la ribera del Nilo. Más de tres mil años después, a finales de 1890, cuatro jóvenes adinerados de Inglaterra visitaron las excavaciones que se desarrollaban en ese lugar.






Allí pudieron contemplar el hermoso sarcófago de la princesa recién extraído de la cámara mortuoria. Pujaron por él hasta que uno de ellos fijó una suma demasiado alta para los demás e hizo que algunos nativos trasladaran la valiosa pieza a su hotel. Horas más tarde, el nuevo propietario del sarcófago se internó solo en las arenas del desierto y no volvió a ser visto jamás. Al día siguiente, uno de sus tres compañeros perdió un brazo tras ser herido accidentalmente por el disparo de uno de sus criados egipcios. La maldición atacó a los dos restantes al volver a Inglaterra: uno descubrió que sus ahorros se habían esfumado; el otro quedó inutilizado por una grave enfermedad y terminó sus días vendiendo cerillas en la calle.

Tiempo después, y tras la racha de infortunios, el sarcófago llegó a Inglaterra dejando un rastro de desgracias. Su nuevo dueño, un empresario del lugar, sería una nueva víctima de la cadena de extraños percances: tres de sus parientes resultaron heridos en un accidente de coche y su casa se incendió. La superstición pudo con el caballero, y donó la pieza al Museo Británico. La supuesta maldición actuó ya durante el transporte del objeto, ya que el camión se puso en marcha de forma inesperada y atropelló a un peatón. Además, uno de los operarios que lo llevaba se rompió una pierna y otro murió a los pocos días aquejado por una enfermedad desconocida. Los problemas se agravaron cuando el precioso ataúd se colocó en la sala egipcia del museo: los vigilantes escuchaban golpes y sollozos que venían del interior del sarcófago; otras piezas se movían sin causa aparente; se encontró a un guardián muerto durante la ronda y los otros dejaron el trabajo; las limpiadoras se negaban a trabajar cerca de la momia… Por fin se decidió trasladar la pieza al sótano para evitar problemas. No funcionó. Uno de los conservadores murió y su ayudante cayó muy enfermo.





La prensa comenzó a hacerse eco de la maldición. Un reportero hizo una fotografía del sarcófago. Cuando la reveló, había una horripilante cara humana en lugar del pacífico rostro bellamente pintado en la madera. Se dice que, tras contemplar la imagen durante un rato, el fotógrafo se fue a casa y se pegó un tiro. Finalmente, el Museo Británico decidió desprenderse de la “Princesa”. Un coleccionista la compró y, tras la clásica cadena de muertes y desgracias, la encerró en el desván y buscó ayuda.





El llamamiento del asustado caballero fue atendido por Madame Helena Blavatski, toda una autoridad en el mundillo ocultista de principios del siglo XX. Nada más entrar en la casa sintió como una presencia maligna emanaba del desván. Descartó la idea del exorcismo y suplicó a su propietario que se deshiciera de ella con urgencia. ¿Pero quién, en toda Inglaterra, iba a querer comprar una momia maldita? Nadie. Afortunadamente, fuera del país surgió un comprador: un arqueólogo americano que achacó las desgracias a una cadena de casualidades. Se preparó el envío a Nueva York. La noche del 10 de abril de 1912, el propietario consignó los restos mortales de la princesa de Amon-Ra en un barco que se disponía a atravesar el Atlántico con dos mil doscientos veinticuatro pasajeros: el trasatlántico clase Olympic R.M.S. Titanic.


lunes, 1 de octubre de 2012

Extraños seres en libros japoneses del siglo XIX

Unas extrañas pinturas realizadas en Japón hace dos siglos podrían representar una nave extraterrestre que llegó flotando hasta las costas niponas.






Según un documental emitido por el canal de televisión History Channel, la pintura, realizada en el período Edo, ilustra un suceso extraño que ocurrió el 22 de febrero de 1803 cuando llegó a una playa llamada Hara–yadori, del yogunato de Tokagawa, una extraña embarcación.

Según recoge el investigador Kazuo Tanaka, unos marineros se acercaron a ella y la remolcaron hasta la arena. Se trataba de una nave redonda, de pequeñas dimensiones –apenas 3,3 m de alto por 5,4 m de diámetro– cuya parte superior estaba formada por unos grandes ventanales y cuya parte inferior estaba reforzada por algo que describieron como placas metálicas. En su interior había una serie de signos que resultaban desconocidos. A través de las ventanas los testigos pudieron ver que en su interior se encontraba una mujer de extraños rasgos, con el cabello y las cejas de color rojo y la piel rosada, de unos 20 años de edad, que hablaba una lengua extraña y que sujetaba con fuerza una caja de madera que parecía tener mucho valor para ella, pues no dejaba a nadie que se acercara.





Hace unas semanas leí esta notícia y me sorprendió al instante por lo espectacular y claro del caso, pues de ser cierto, sería una de las primeras muestras tangibles de contacto extraterrestre de la historia. Pese a ello, apenas he podido encontrar información en la red sobre sobre tan peculiar dibujo y por más que lo he intentado, tampoco he conseguido encontrar el documental de History Channel en el que lo mencionan.

En cambio, si que he encontrado el origen, que son dos libros publicados en japón en 1825 y 1844, titulados “Toen Shosetsu” y “Ume no Chiri”, y que son ficciones basadas en el folclore japonés. Los dos libros recogen la misma historia, en el mismo año y en la misma provincia de japón.

En el primer libro, Toen Shosetsu, la historia tiene lugar un 22 de febrero de 1803. Unos marineros encuentran un objeto extraño y lo sacan hasta la playa de Hara-Yadori. El barco era redondo y se asemejaba a una especie de Kou-Hako (caja utilizada para quemar incienso). Su diámetro era de unos tres metros, la parte superior del barco era de una especie de vidrio provistas de unas ventanas laterales de celosía, protegidas por una masilla impermeable de goma de pino. La parte inferior estaba reforzada por placas de hierro separadas. Dado que el vidrio era transparente, la gente podía ver el interior del barco, donde encontraron a una mujer con características extrañas. Su cabello y las cejas eran rojas y su cara de color rosa. Parecía que el cabello largo y de color blanco no estaba teñido.






La historia que cuenta el segundo libro, el Ume no Chiri, es prácticamente similar.

El 24 de marzo de 1803, un barco a la deriva llega hasta la playa de Haratono-hama. El barco era hueco y tenía forma de olla de arroz. La parte superior estaba pintada de negro y tenía cuatro pequeñas ventanas con celosía a los lados. La parte inferior del barco se veía reforzada con barras de acero. La altura del barco era de unos tres metros y medio por casi seis de diámetro.

Dentro de la embarcación se encontró a una mujer que parecía tener entorno a veinte años y que media aproximadamente un metro y medio, y su piel era blanca como la nieve. Su pelo largo colgaba vívidamente sobre su espalda. Sus rasgos faciales eran de incomparable belleza. Su ropa era irreconocible y extraña y su lengua no era entendida por nadie. En sus manos llevaba una caja de madera que cuidaba celósamente, sin dejar que nadie se acercara a ella.

El episodio de la misteriosa caja de madera, también se repite en el primer libro, además de algunas descripciones más, como que en el interior del bote había algo de comida y agua, y que también estaba lleno de inscripciones extrañas que nadie era capaz de comprender.





Interesante y misteriosa historia ¿Verdad? Aunque posiblemente, todo tenga una explicación razonable. Probablemente las dos historias estén basadas en los titulares de un antiguo periódico prohibido en japón de principios del siglo XIX llamado Kawara y que, por lo que parece ser, era bastante sensacionalista. Con lo cual es posible que la historia original, basada a su vez en el antiguo folclore japonés de marineros náufragos sea más que dudosa. Aunque por otro lado hay otra explicación bastante más bonita. En Rusia, antiguos escritos relatan las costumbres y leyes que tenían algunos pueblos de las zonas más orientales, una de estas costumbres hablaba sobre lo que se solía hacer cuando una mujer era infiel a su marido. Estas antiguas leyendas cuentan que la costumbre era expulsar a esta mujer del pueblo, embarcándola sola en un pequeño bote y adentrándola en el mar a su suerte, pese a lo cruel que pueda parecer, el amante no corría mejor suerte, pues se dice que era decapitado y que su cabeza era metida en una caja que a su vez, era entregada a la mujer para que le hiciese compañia en su travesía.

Dado que la distancia desde las costas orientales rusas están bastante cerca de Japón, y de ser cierta la historia que se cuenta en estos libros. Es más que probable que esta mujer de cabellos rojos y piel blanca, que hablaba una lengua extraña y que portaba una caja de madera en sus manos fuese una de estas pobres expatriadas rusas.





En fin, lo mejor será que cada uno saque sus propias conclusiones y que no le demos demasiadas vueltas al asunto, pues lo realmente bonito del folclore es su misterio que, pese a lo mucho que nos empeñemos los hipotálamos curiosos, jamás será desentrañado.