miércoles, 17 de septiembre de 2014

Ishii Shiro y la Unidad 731


Al terminar la Primera Guerra Mundial en 1918 los médicos de ejército japonés comenzaron a estudiar los productos químicos y biológicos usados durante los combates en Europa. Concluyeron que eran armas capaces de producir devastaciones masivas en los ejércitos enemigos, pero deshonorable. Sin embargo, esta actitud cambiaría tras el viaje de un desconocido médico a occidente.

Ishii Shiro fue enviado a Europa con el cargo de agregado militar, viajando durante dos años en diversas ocasiones a América, familiarizándose con las investigaciones biológicas de los países Occidentales. A su regreso a Japón se consagró a promover, investigación y fabricar armas biológicas. Su teoría se basaba en que la guerra moderna sólo podría ser ganada con el uso de la ciencia y su capacidad para producir armas de destrucción masiva.

El 18 de septiembre de 1931, Japón ocupó el todo del nordeste de China. Ishii y su unidad para investigación bacteriológica se estableció al norte de Manchuria, en donde el ejército de Kuantung podía mantener un suministro ilimitado de prisioneros chinos para realizar toda clase de experimentos humanos.

En la campaña del 13 de agosto de 1937, y ante la atenta mirada de las armadas occidentales, el ejército japonés usó gas venenoso contra las tropas chinas con escasos éxito

Estados Unidos, ante estos resultados no tomó el programa biológico japonés en serio, posiblemente porque Japón estaba muy lejos y no podría lanzar un ataque masivo contra el continente americano. Los informes de la época, sorpresivamente, también afirman que los militares estadounidenses creían que los japoneses serían incapaces de desarrollar sofisticadas armas biológicas sin la ayuda de “hombres blancos”.

La enorme distancia que separaba a Japón de Estados Unidos parecía su protección más segura, pero los japoneses habían ideado un sistema increíblemente sencillo y barato de alcanzar el continente enemigo. Varios sumergibles nipones ya habían lanzado globos con cargas incendiarias sobre las costas de Estados Unidos y Canadá. Los aliados los consideraban como un arma ridícula que no obtenía ningún resultado, sólo producía pequeños incendios. Aquellos incendios eran observados desde los sumergibles anotándose el éxito o el fracaso de alcanzar la costa, de tal modo que Ishii y sus hombres pudieran calcular la cantidad de globos que se debían lanzar con armas biológicas para que pese a los fallos su resultado fuera letal. Los globos “Fugo” resultaron un peligro inesperado.

Sólo una semana después de Japón se rindió, el coronel Sanders se encontraba entre el primer grupo de americanos que aterrizó en Japón. Su misión era localizar la máquina de guerra biológica japonesa y al propio Ishii lo más pronto posible. En septiembre de 1945, Sanders descubrió que la Unidad 731 estaba envuelta en horrorosos experimentos con humanos.

Por fin fue localizado Ishii Shiro. Intentando ocultarlo a los soviéticos se le declaró muerto, se publicó la noticia en los periódicos y se simuló un entierro en su pueblo natal. El interrogatorio de Ishii duró desde 17 de enero al 25 de febrero de 1946.

Ishii cambió sus conocimientos no sólo por su indulto y el de sus hombres; también por que fuera borrado por completo su historial y pudiera llevar una vida normal. Shiro Ishii tras su estancia en Estados Unidos volvió al Japón recibiendo los máximos honores.

Experimentos con seres humanos similares a los realizados por el grupo de Ishii, se habían condenado como crímenes de guerra por el Tribunal Militar Internacional en el juicio contra los criminales de guerra nazis, comenzado en Nüremberg el 30 de septiembre de 1946. Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos perdonó a los científicos japoneses a cambio de sus secretos en la guerra bacteriológica amparándose en la excusa de que se aproximaba un posible enfrentamiento con la Unión Soviética.


Experimentos realizados por la unidad 731.


Disección de personas vivas para experimentos de laboratorio y en ocasiones asesinados simplemente para documentar la muerte. El número de personas utilizado para este fin iba de las 400 a las 600 cada año.
A partir de la segunda mitad de 1940, las tropas agresoras japonesas empezaron el uso a gran escala de armas bacteriológicas, y desencadenaron todo tipo de enfermedades infecciosas como el cólera, el tifus, la pestilencia, ántrax, difteria y bacteria de la disentería.

Congelaban a los prisioneros y los sometían a técnicas de deshidratación severas y documentaban la agonía.
Los exponían a bombas para aprender a curar a los heridos japoneses. Bombardearon poblados y ciudades chinas con pulgas infectadas y dieron a los niños golosinas con ántrax. Después entraban para comprobar los daños a la población y se llevaban enfermos todavía vivos para abrirlos y perfeccionar el arma.
Contaminaron las fuentes de agua.

Algunos de los experimentos llevados a cabo allí incluían inyectar a los sujetos con bacteria causantes de la peste bubónica producidas en moscas infectadas, para luego registrar la evolución de la enfermedad e incluso disecarlos en estado consciente.

Los japoneses no dejaron nada sin probar: hongos, fiebre amarilla, tularemia, hepatitis, gangrena gaseosa, tétano, cólera, disentería, fiebre escarlata, ántrax, muermo, encefalitis de las garrapatas, fiebre hemorrágica, difteria, neumonía, meningitis cerebroespinal, enfermedades venéreas, peste bubónica, tifus, tuberculosis y otras endémicas de China y Manchuria. Realizaron pruebas con cianuro, arsénico, heroína, con veneno de serpientes y de pez erizo. En este programa murieron más de 10.000 personas.

Algunos murieron como consecuencia de las investigaciones. Otros fueron ejecutados cuando quedaron tan débiles que no podían continuar en la Unidad 731 y en otros tantos puntos se hicieron tests con insectos, y todo tipo de gérmenes. Se probaba la resistencia humana al botulismo, ántrax, brucelosis, cólera, disentería, fiebre hemorrágica, sífilis y también la resistencia a los rayos X.


martes, 2 de septiembre de 2014

Ashley, la ciudad que desapareció


En algún punto en la noche del día 16 de agosto del año 1952, la pequeña ciudad de Ashley dejó de existir. Justo a las 3 horas con 28 minutos de la madrugada del 17 de agosto de 1952, un terremoto de magnitud 8.4 fue registrado por los dispositivos del Servicio Geológico de los Estados Unidos. El terremoto pudo sentirse en todo el país, principalmente en la zona oeste. Según las estimaciones de los especialistas, el epicentro tuvo lugar en la ciudad de Ashley en el estado de Kansas.


Cuando los cuerpos de emergencia y rescate llegaron a donde deberían estar las construcciones de la comunidad agrícola, solamente encontraron un grieta en el suelo desde la que salían enormes llamaradas. Con cerca de un kilómetro de largo y más de 500 metros de ancho, su profundidad nunca fue determinada.


Luego de doce días, los equipos de búsqueda estatal y local para los 679 habitantes de la ciudad de Ashley fueron retirados del lugar, la orden la dio el propio gobernador del estado de Kansas a las 21 horas con 15 minutos del 29 de agosto de 1952. El total de los 679 residentes fueron dados por muertos. A las 2 horas y 27 minutos de la madrugada del 30 de agosto de 1952 otro terremoto de magnitud 7.5 fue registrado por el Servicio Geológico de los Estados Unidos. Nuevamente, los especialistas determinaron que el epicentro había ocurrido donde antes se encontraba la ciudad de Ashley. Cuando los equipos de inspección llegaron para investigar a las 5 horas con 32 minutos del mismo día, informaron que la fisura se había cerrado.

En los ocho días que antecedieron al desaparecimiento de la ciudad y sus 679 habitantes, una serie de sucesos extraños e inexplicables fueron relatados por los habitantes y policía del área.

En la tarde del día 8 de agosto, a las 17 horas y 13 minutos, un residente de Ashley llamado Johnathan Gabriel dijo haber visto algo extraño en el cielo. Como la pequeña ciudad no poseía una estación oficial de policía, el informe fue hecho a la delegación de la ciudad vecina llamada Hays. Gabriel relató algo que se asemejaba a una “pequeña abertura negra en el cielo”. Quince minutos después, la delegación de Hays se vio inundada con decenas de llamadas de personas que afirmaban haber divisado el mismo fenómeno. A la mañana siguiente un policía fue enviado hasta la ciudad de Ashley para investigar el fenómeno.

A las 7 horas con 53 minutos, en la mañana del 9 de agosto, el oficial de policía de Hays, Allan Mace, se comunicó a la base por radio. Informo que, a pesar de haber seguido correctamente la carretera que llevaba hasta Ashley, se había perdido. De acuerdo con su informe, la carretera “continuaba con el camino normal, pero de alguna forma acababa nuevamente en Hays”. Mace también dijo que la carretera nunca hacía curvas o doblaba en alguna dirección. A las 9 horas y 15 minutos, un total de diez patrullas de policía fueron enviadas para investigar la situación, y todos los miembros del equipo llegaron a la misma conclusión que Allan Mace. La carretera que antes llevaba hasta Ashley se había convertido en un camino de retorno a Hays. Las llamadas a la delegación de Hays continuaban, informando que la grieta negra en el cielo se hacía más grande. A todos los que llamaban se le hacía la recomendación de permanecer al interior de sus hogares y no salir a no ser que fuera absolutamente necesario. A las 20 horas con 17 minutos, la Sra. Elaine Kantor informó que el Sr. y la Sra. Milton así como sus dos hijos habían desaparecido. Según la llamada de la Sra. Kantaro, la familia Milton había intentado salir de la ciudad en automóvil aquella misma tarde. Ellos nunca volvieron. Los policías nunca divisaron carro alguno o personas en la carretera.


La mañana del 10 de agosto de 1952, las llamadas a la delegación de Hays desde la ciudad de Ashley relataban que la ciudad se encontraba en total oscuridad. El Sol simplemente no había salido. A las 10 horas y 15 minutos, a petición de la policía de Hays, un helicóptero de la ciudad de Topeka sobrevoló la región donde se situaba la ciudad de Ashley. No fue posible visualizar la ciudad desde el cielo.

El día 11 de agosto, a las 12 horas y 43 minutos, la Sra. Phoebe Danielewski llamó a la delegación de Hays. Informó que su hija Erica había comenzado a entablar una conversación con su padre, que había muerto tres años antes, en un accidente de tráfico. Lo que más la preocupada era que Erica estaba intentando salir de la casa hacia la oscuridad para, según sus propias palabras, “estar juntos”. En las siguientes doce horas, la delegación de Hays recibió 329 llamadas describiendo un fenómeno casi idéntico al de Erica, todas involucraban a niños.

A la mañana siguiente, el día 12 de agosto de 1952, la situación se volvió aun peor. Durante la noche, los 217 niños de la ciudad de Ashley desaparecieron. Se registraron un total de 421 llamadas hacia la delegación de Hays. Como los policías no lograban llegar a la ciudad de Ashley, la única indicación que daban a los padres era que permanecieran en el interior de sus hogares y que no intentaran buscar a los niños desaparecidos.


A las 17 horas del día 13 de agosto, un anciano llamado Scott Luntz informó de un incendio distante que crecía proviniendo del sur de Ashley. Según la descripción, el fuego parecía hacer que la oscuridad se tornara de un “rojo fuerte y naranja, que parecía subir hasta el cielo”. Durante ese día las llamadas continuaron llegando, diciendo que el fuego, que se movía en dirección norte, ahora parecía “provenir del cielo negro”. Ningún incendio fue visto o informado por las comunidades de las ciudades vecinas.

Los informes continuaron hasta las cero horas con 9 minutos de la madrugada del 14 de agosto de 1952, la última llamada de ese día, hecha por el Sr. Benjamin Endicott, relataba que el fuego en el cielo ahora era más intenso, haciendo que la oscuridad ya no cubriera la ciudad. La llamada terminó de forma abrupta.

(Mensaje transcrito de la llamada hecha por el Sr. Benjamin Endicott)

Benjamin: Espere un poco… espere…

– SILENCIO –

Benjamin: Es… es, veo algo. Está en el sur. Parece que es –

– LA LLAMADA SE CORTA –

La próxima llamada no fue hecha sino hasta la tarde siguiente.

En seguida, la transcripción completa de la última llamada recibida por la delegación de Hays proveniente de la ciudad de Ashley. Sucedió a las 21 horas con 26 minutos de la noche del 15 de agosto de 1952. En esta grabación el policía que habla con la mujer identificada como la Sra. April Foster es el oficial Peter Welsch.



–COMIENZO DE LA LLAMADA–

Oficial Welsch: delegación de policía de Hays.

(Estática)

Oficial Welsch: ¿Hola?

Foster: Sí… sí, ¿hola?

Oficial: Señora, ¿con quién estoy hablando?

Foster: Mi nombre es April, April Foster (tose). Por favor señor. Por favor, ayúdeme.

Oficial: ¿Qué pasa señora?

Foster: Ayer en la noche… ayer en la noche ellos volvieron.

Oficial: Señora, necesito que usted…

Foster: ¡AYER EN LA NOCHE ELLOS VOLVIERON! (llorando)

Oficial: Señora, necesito que se calmen y hable con claridad. ¿Qué sucedió? ¿Quién volvió?

Foster: (sollozando) Todos.

Oficial: ¿Todos?

Foster: Todos volvieron del fuego.

Oficial: ¿Cómo qué todos?

Foster: Mi hijo… vi a mi hijo volver en la noche. Estaba caminando… caminaba por la calle. Se está quemando. Jesucristo ¡SE ESTABA QUEMANDO!

Oficial: Señora, yo…

Foster: Él murió el año pasado. Lo crie sola desde bebé… solo él y yo. Le dije que tuviera cuidado con los carros cuando anduviera en bicicleta, pero nunca me escuchaba.

Oficial: Señora, lo que está diciendo no tiene ningún sentido. ¿Me dijo que todos habían vuelto?

Foster. ¿ME ESTÁS ESCUCHANDO IDIOTA? ¡TODOS! Todos han regresado. Todos los que murieron o desaparecieron, volvieron. Están detrás de nosotros (llorando). Él… él dice: “Mamá estoy bien ahora. Mira, puedo caminar de nuevo. Donde estás mamá, te quiero ver”.

Oficial: Señora, ¿Dónde se encuentra ahora? ¿Está segura?

Foster: Estoy escondida. Como todo el mundo. Los vimos viniendo de los campos… y… algunas personas les abrieron las puertas. Dios, ¡LOS GRITOS! –Pausa– No sé lo que pasó con ellas. Pero sus casas se incendiaron y se desmoronaron. Estoy con las cortinas abajo. Estoy escondida en mi armario ahora y –Silencio–

Oficial: Señora, ¿está todo bien? ¿Se encuentra bien?

Foster: –Silencio–

Oficial: ¿Señora?

Foster: –Ruido de un cristal rompiéndose– ¡Ah… ah mi Dios!

Oficial: ¿Señora?

Foster: Algo acaba de entrar –llanto débil–

Oficial: Señora, quédese lo más quieta que pueda. No hable.

Foster: – sonido débil – “¿Mamá… mamá?” – llanto de Foster – Él entró.

Oficial: Permanezca donde está. No salga.

Foster: – sonido débil – “¿Mamá, te estás escondiendo?”

Oficial: Permanezca en silencio.

Foster: – Sonidos de pasos. Risas. – “¡TE ENCONTRÉ MAMÁ!” – Gritos –.

Oficial: ¿Señora?

– LA LLAMADA TERMINA–

A la mañana siguiente a las 6 horas y 55 minutos los policías de Hays lograron dar con el paradero de la ciudad de Ashley, pero ya estaba en una grieta debajo de la tierra, ardiendo en llamas.

lunes, 1 de septiembre de 2014

5 fenómenos que podrían probar la existencia de la vida después de la muerte



Hace poco más de un año el Dr. Evan Alexander, neurocirujano de Harvard, publicó un libro en el que relata su propia experiencia cercana a la muerte y en la que sugiere la posibilidad de probar científicamente la existencia del cielo o de una vida más allá de la muerte. Alexander generó gran controversia y publicidad para su libro, aunque al mismo tiempo fue ridiculizado por la comunidad científica. El debate en torno a la posibilidad de que la conciencia sobreviva a la función vital sigue siendo parte de la agenda en sitios alternativos y merece una discusión seria –aunque difícilmente no estará teñido de una creencia personal.

Greg Taylor, fundador del sitio Daily Grail, ha escrito un nuevo libro,  Stop Worrying! There Probably is an Afterlife, en el que intenta mostrar que existe evidencia para sugerir que la vida o alguna forma de conciencia sobrevive a la muerte. Taylor mantiene 5 diferentes fenómenos, aunque relacionados, que proveen las bases para su argumento. Si bien estos fenómenos quizás no deberían de tomarse como evidencia concluyente, si nos hacen al menos reflexionar sobre el abismo cognitivo que presenta la muerte y motivan a una mayor investigación.

1. Experiencias Cercanas a la Muerte Verificadas

Si bien la mente popular ya ha introyectado la noción de experiencias cercanas a la muerte (desde películas como Flatliners o el libro de Raymond Moody, Life After Life), la ciencia considera que estas experiencias lejos de probar algo, son solamente alucinaciones generadas por alteraciones neurológicas propias de la inminente muerte. Sin embargo, existen casos que parecen remitirnos a experiencias que van más allá de la subjetividad inherente. Estas experiencias han sido llamadas en inglés “veridical NDEs” y reportan casos en los que la persona que yace al borde de la muerte ha podido relatar información que no debería de haber sido posible de percibir (como puede ser vía una experiencia de desdoblamiento corporal o outer body experience). La literatura recoge un caso publicado en el jornal científico The Lancelot, en el que un hombre de 44 años que entró en estado de coma, ya sin pulso, y que usaba una dentadura postiza, luego pudo identificar a la enfermera que sabía dónde estaba su dentadura, la cual había sido removida cuando el estaba inconsciente. El paciente más tarde relató haberse observado a sí mismo en la cama al tiempo que las enfermeras lo intentaban resucitar y guardaron su dentadura.

Analizando 107 casos diferentes, la investigadora Janice Miner Holden concluye que existe evidencia “para convencer a la mayoría de los escépticos de que estos reportes son más que meras alucinaciones de parte del paciente”.

2. Experiencias de Peak-in-Darien

Un libro de 1882 llamado The Peak in Darien, escrito por Frances Cobbe, hace referencia a un incidente en el que una mujer, parte de una familia muy unida, internada en el hospital recibió la visita de tres de sus hermanos que estaban muertos y poco después se unió un cuarto el cual se creía aún vivo. Poco después se supo que el cuarto hermano había muerto recientemente en su residencia en India. Este tipo de experiencias de muertes anunciadas o visitas de individuos que se creían aún vivos han llegado a conocerse como experiencias del Pico de Darien y existen docenas de ellas en la literatura médica.

3. Mediums

El siglo 19 vio el surgimiento del mesmerismo y todo tipo de supuestos fenómenos paranormales, incluyendo la comunicación con espíritus a través de un medium, o de una persona con una sensibilidad especial para entablar conversaciones con los muertos.  La Society for Psychical Research, conformada por algunos de los académicos más destacados de su tiempo, se dio a la tarea de investigar estos fenómenos y aunque descubrió que en la mayoría de los casos se trataba de charlatanería, en algunos casos no pudieron más que determinar que existía algún tipo de comunicación extrasensorial con los muertos. Tal fue el caso de Leonora Piper, estudiado por Richard Hodgson, quien declaró que ” los pincipales ‘comunicadores’ han sobrevivido el cambio que llamamos muerte y se han comunicado directamente con nosotros… a través del organismo en trance de la Sra. Piper. Otros miembros de esta destacada sociedad de investigación psíquica estuvieron de acuerdo con Hodgson en su estudio de diferentes casos, incluyendo a Frederic Myers, uno de los miembros fundadores.

Aunque la práctica de los mediums es considerada como superchería por la ciencia moderna, recientemente la Dra Emily Kelly, de la Universidad de Virginia, encontró un par de casos en los que las probabilidades de las respuestas arrojadas por los mediums superan sobradamente la variación estadística.

4. Extraños fenómenos en el lecho de muerte

Las visiones de túneles de luz, entidades angelicales o emociones de amor océanico reportadas por personas cerca de la muerte son descartadas como las alucinaciones propias de un estado de estrés y alteración neural, sin embargo, existen numerosos casos en los que los reportes de estas personas secundados por otras personas en la misma habitación, convirtiendo estas alucinaciones en percepciones compartidas. El investigador Peter Fenwick ha recopilado numerosos testimonios de enfermeras y cuidadores que también dicen haber observado una luz radiante envolviendo a la persona que está cerca de morir, en ocasiones reportando las mismas visiones que familiares.  Estas experiencias, si bien no determinan necesariamente que existe una vida después de la muerte si parecen indicar que las condiciones psicoambientales se ven afectadas por el proceso de muerte hasta el punto de que se puede influir colectivamente en la realidad experimentada.



5. Experiencias cercanas a la muerte relatadas vía mediums

El Dr. Horace Ackley, enfermo en el hospital, se descubrió a sí mismo alzándose por sobre su cuerpo. En ese momento pudo ver toda su vida moviéndose en torno suyo como un panorma escénico a alta velocidad. Ackley entonces notó que debía de estar muerto y se sintió complacido de saber que la muerte era una experiencia placentera. Su único arrepentimiento era no poder informarle a sus amigos  y familia que todo estaba bien y que el seguía existiendo. En este punto, un par de espíritus guardianes lo recibieron y lo llevaron a una habitación donde se reunió con otros espíritus que le eran queridos.

Esta parece ser una experiencia ceracana a la muerte típica, sólo que ese día Ackley sí murió. Su experiencia fue relatada por  un Samuel Paist de Filadelfia, en 1861 en su libro A Narrative of the Experience of Horace Abraham Ackley, M.D., mucho antes de que se pusiera de moda hablar sobre las experiencias cercanas a la muerte. Como este caso, experiencias de desdoblamiento astral en la muerte, que son transferidos a la conciencia de otra persona abundan en la literatura, según Greg Taylor, justamnte como si ese anhelo del muerto de transmitir a los demás lo que descubre logrará encontrar un vehículo.