martes, 23 de junio de 2009

La busqueda de la inmortalidad

El deseo de la vida eterna o de permanecer siempre joven ha atormentado a la Humanidad desde el momento en que descubre que se es mortal, ¿por qué se tiene que morir uno?, ¿no hay una manera de vivir más o para siempre?, a lo largo de la historia muchos hombres y mujeres lo han intentado, ¿alguien lo logró?.

En culturas primitivas la sangre de animales siempre ha sido el portador de sus cualidades, por eso beberla las transfería al hombre. Así que beber la sangre (o comerse) a un hombre equivalía a absorber su "energía vital", que se añadía a la propia para prolongar la vida. De ahí el mito hace a los vampiros sedientos de sangre para permitirles vivir eternamente. Con el progreso de la civilización esta práctica evolucionó; al conocerse la función del hígado como órgano purificador de la sangre, parecía obvio que era él el que regeneraba la vida del individuo; así encontramos a este órgano como protagonista en la mayoría de los menús caníbales y de las recetas para prolongar la vida.

La condesa Isabel Bathory, de la nobleza rumana, tenía su propio método para vivir eternamente, y este era el de bañarse en la sangre de los campesinos que contrataba como sirvientes. Cuando ya no encontraba "voluntarios" los secuestraba.


Como en una novela de terror esta macabra práctica termina cuando su primo, el conde de Cyorgy Tharzo, al mando de un destacamento de soldados, prende a la condesa en su castillo de Csjthes la noche del 30 de Diciembre de 1610.

Al entrar al gran salón descubre horrorizado el cadáver de una muchacha desangrada , a otra aún viva con su cuerpo lleno de miles de punciones y a una tercera ya moribunda con huellas de haber sufrido terribles torturas. Bajo el castillo y en sus alrededores se desenterraron cientos de cadáveres.

Pero no todas las historias de la búsqueda de la inmortalidad son truculentas. El aliento también ha sido considerado sinónimo de vida, se pensaba que con el último aliento se expulsaba el alma, y además el aliento divino daba vida. Por eso en la época romana, y según cuenta una inscripción de entonces en mármol, Claudio Hermippus aseguraba haber prolongado su vida hasta los 115 años gracias a aspirar de forma continuada el aliento de jovencitas.
Cuanto más pasaba el tiempo más cuenta se daba el hombre que los métodos que había ido probando eran inútiles y que ninguno permitía prolongar la vida, así cada vez los sistemas eran más pintorescos y extravagantes, ora se necesitaba ingerir extraños elixires con componentes exóticos (cuerno de unicornio, mandragora, etc.) y difíciles de conseguir, ora seguir procesos escabrosos...

El conde Cagliostro, noble nacido en Palermo en 1743, tenía una técnica "infalible" para regenerar el cuerpo y poder vivir más. La técnica intentaba reproducir el proceso sufrido por los gusanos que se envolvían en su capullo de seda y renacían como mariposas, y si ellas podían hacerlo, nosotros también. Por eso su método consistía en desnudarse y tumbarse en una cama, envolver en una manta al individuo y dejarlo reposar durante un mes alimentándolo sólo con caldo de pollo. Cagliostro aseguraba que pasados unos días el individuo empezaba a perder el pelo y a caérsele los dientes hasta llegar a un estado de debilidad extremo, a partir del que se empezaría un proceso regenerativo que devolvería al infeliz sus dientes y pelo junto con la juventud. La ciencia corrobora la primera parte del experimento, la acción del escorbuto y la falta de ingestión de vitamina C haría que el individuo perdiera rápidamente el pelo y los dientes, sin embargo el resto del experimento no llegaría nunca a buen fin, y nadie más volvió a proponer tal barbaridad.


Otros métodos también quisieran imitar a la naturaleza, intentando partir de cero para "nacer de nuevo". Cuenta la historia que en Toledo, allá por el año 1434, vivía Don Enrique de Villena, escritor y nigromante, que sintiendo cerca la hora de su muerte llamó a su criado negro en el que confiaba plenamente y le dio las siguientes instrucciones: que nada más morir le descuartizara minuciosamente y metiera sus restos en una cuba preparada con una extraña pócima, la cuba se hallaba escondida entre un montón de estiércol que daría calor al preparado. Y para que nadie notara su ausencia el criado llevaría el sombrero de su amo durante los nueve meses que duraba el experimento, con él el criado adquiriría el aspecto de su amo y nadie notaría su muerte. Y así fue, y el criado se paseó por Toledo con el sombrero durante meses y todos creían ver al amo, pero cierto día se encontró de bruces con una procesión del viático a la que no pudo esquivar, y mientras pasaba el sacerdote con los santos óleos todos se iban descubriendo, menos el criado. Pero un vecino indignado por la irreverencia le quitó el sombrero y entonces todos vieron de nuevo al criado negro. Fue conducido ante el Santo Oficio acusado de brujería y de matar a su señor, ante lo que no tuvo más que confesar lo ocurrido y conducir a la Santa Hermandad hasta el estercolero en el que se escondía la cuba. Estos, convencidos que allí obraba más el diablo que Dios, rompieron la cuba y se derramó sobre el suelo un líquido viscoso en el que flotaba lo que parecía un feto de pocos meses.

Muy parecida historia se cuenta de un brujo de Gottinga durante el siglo XVIII llamado Johannes de Philadelphia, conocido entre la nobleza por sus trucos de magia y encantamientos. Murió en 1777 rodeado de misterio y se encontró en un tonel que se abrió a destiempo en el que habían metido sus restos un embrión humano a medio desarrollar.

La pócima que se metió en estos toneles sigue siendo un misterio, pero casos similares de extraños elixires se encuentras diseminados por toda la Historia. Un tratado atribuido a Paracelso titulado "De Tinctura Physicorum" (la tintura de los físicos) que data de 1570, habla de una extraña pintura con la que los médicos egipcios habrían vivido hasta 150 años. Si bien es cierto que en la edad media comienzan a venderse elixires milagrosos de manera ambulante por todos los rincones de Europa, también es la época en la que la alquimia florece para transformarse más tarde en química. La alquimia tuvo dos metas principales: la piedra filosofal con la de convertir los metales en oro y la búsqueda del elixir de la vida.

Salomón Trimosín fue un alquimista Europeo nacido en 1490, aunque no se sabe cuándo murió. De él se cuenta que vivió más de cien años gracias a su elixir, que le habría rejuvenecido varias veces regenerando sus cabellos, enderezando su columna y limpiando de arrugas su cara. Cuando se le preguntó que cuánto pensaba vivir contestó que hasta el Día del Juicio Final. Eran corrientes por el siglo XVI y XVII las historias de rejuvenecimientos súbitos entre los alquimistas y las prolongaciones antinaturales de sus vidas, todo gracias al llamado oro potable o elixir de la larga vida, que sería la disolución de la Piedra Filosofal en agua destilada, capaz de eliminar de manera selectiva el agua pesada de los tejidos haciendo que estos no envejecieran. Consumiendo una gota del elixir cada seis meses se provocaría la eliminación de todas las toxinas del cuerpo, luego se caerían la uñas, dientes y cabellos que más tarde se recuperarían como nuevos, al cabo del tiempo se iría perdiendo la necesidad de comer y la de evacuar, siendo suficiente la transpiración para eliminar líquidos. Esa sería la causa de que se supiera la fecha de nacimiento de muchos alquimistas pero no la de su muerte, como ocurre con la del francés del siglo XV Jean Lallemant.

El alquimista más conocido fue el célebre Saint Germain, que empezó sus andanzas por este mundo en el siglo XVIII. Voltaire escribía sobre él a Federico II de Prusia que era un "hombre que nunca muere y conoce todas las cosas". Su primera aparición histórica data de 1743 en Londres, donde empezaron a correr rumores de que era mucho más viejo de lo que aparentaba.

Como era conde se codeaba con la nobleza y hablaba de hechos históricos de siglos pasados con tal cantidad de datos y detalles que parecía haber sido testigo ocular, de hecho decía haber conocido a Julio César y a Poncio Pilatos.


Se cuentan diversas anécdotas suyas, una de ellas habla del encuentro en casa de Madame Pompadour con la condesa Gerhy cierto día de 1750, la cual había estado 50 años antes en Venecia cuando su marido era embajador de dicha República. La condesa se acercó a Saint Germain y le preguntó:
- Caballero, ¿tendríais la bondad de decirme si vuestro padre residía en Venecia en 1700?
- No señora -respondió el conde- pues hace mucho más tiempo que perdí a mi padre. Era yo quien vivía en Venecia a finales del siglo pasado y a comienzos del presente. Tuve entonces el honor de haceros la corte y vos tuvisteis la bondad de elogiar algunas barcarolas compuestas por mí y que cantábamos juntos.
- Perdonad mi franqueza, pero eso no es posible. El conde Saint Germain de entonces tenía 45 años y vos no representáis más edad en estos momentos.
- Señora, -contestó esbozando una sonrisa- soy mucho más viejo de lo que suponéis.
- Según esa cuenta, deberías tener más de 100 años.
- Es posible que los rebase...

Los que conocieron al conde notaron que nunca aparecía cansado, que jamás se le veía comer ni beber a pesar de los innumerables banquetes a los que asistió y nunca se interesó sexualmente por las mujeres. La fecha oficial de su muerte es la de 1784, en el castillo de Landgrave de Carlos de Hesse-Cassel, y en ausencia de éste. Muchos dicen no tener pruebas de su fallecimiento. A partir de esa fecha se asegura haberle visto en distintos lugares y en diversas épocas: 1785 en Rusia, 1792 en París, en 1867 en una reunión de la Gran Logia en Milán, en 1896 la teósofa Annie Besant dijo haberse encontrado con él, y en muchos más lugares y fechas hasta bien entrado nuestro siglo. En Viena existe el testimonio del rosacruz Franz Gräffer; el conde anunció su despedida así: "Hacia final de siglo desapareceré de Europa, iré a la región del Himalaya, reposaré... Me volverán a ver dentro de 85 años, día a día. Adiós, os quiero."

Otros volvían al cabo de 100 o 300 años después de haber estado "hibernando" o "durmiendo" en alguna parte de este u otro mundo. Son multitud las leyendas populares que hablan de personas que desaparecieron, se perdieron o fueron raptadas para luego aparecer de nuevo tras muchos años como si para ellos hubieran transcurrido sólo unas horas. Se habla de zonas en las que el espacio-tiempo está alterado, de modo que cuando alguien pasa por allí permanece en un estado de adormecimiento o "sueño encantado" gracias a veces a una comida o bebida, algunos al volver al tiempo normal sufren en un momento los estragos de la edad que se saltaron.

Es célebre la historia de los "siete durmientes de Éfeso", que se refugiaron en una cueva huyendo del edicto que proclamó contra los cristianos el emperador romano Decio en el siglo III. Sin que ellos se percataran estuvieron allí 187 años, cuando salieron al exterior apenas les duró la alegría unas semanas, fueron muriendo uno a uno presas de un súbito envejecimiento. Un caso más reciente lo encontramos en la historia que cuentan los tinerfeños de San Juan: una niña salió a buscar peras y entró en una cueva en la que quedó dormida. Cuando despertó y salió al exterior habían pasado 30 años, aunque ella conservaba el mismo aspecto y edad que cuando desapareció.

Todas estas búsquedas de la juventud han marcado a la humanidad desde el comienzo. Lo intentaron los egipcios momificando a sus muertos, fue y es usado por multitud de credos para sus propios fines, cuando los exploradores españoles se aventuraban en el continente americano buscaron hasta morir el Dorado y la Fuente de la eterna Juventud. Con la llegada de la ciencia se empezó a buscar una solución más modesta que vivir siempre, y era la de retrasar la muerte o aparentar juventud, así nacieron los cosméticos y progresó la medicina moderna. ¿Está ahora más cerca el Hombre de conseguir su sueño?, es cierto que la esperanza de vida actual es la más alta de la historia, y si para la antigua Grecia un hombre de 40 años ya era viejo ahora podemos esperar vivir hasta los 90. ¿Dónde está el límite? En recientes experimentos con monos se ha observado que si no se fuma ni bebe en exceso, si se hace ejercicio y si se sigue una dieta variada pero espartana (comer un 30% menos de calorías de lo normal) alarga la vida hasta un 40%. También la genética puede ayudar a la humanidad a vivir más y mejor; el gen SOD1 es que el que regula la eliminación de los radicales libres que oxidan nuestro organismo y le hacen envejecer, así una alteración genética que añada otro gen SOD1 alarga la vida hasta un 40%, al menos así ocurrió con los animales de laboratorio. Otro camino que busca alargar la vida consiste en retrasar la edad en la que se tengan hijos, puesto que lo que "busca" la naturaleza es perpetuar los genes de cada individuo, y una vez que por la edad ya no se puede procrear, el ser ya no necesita vivir, si se tienen hijos un poco más tarde en cada generación, según las modernas teorías genetistas, cada vez se vivirá más.

Quizás la vida eterna se consiga gracias a la tecnología, quizás sea por las obras (literarias, arquitectónicas, científicas...), tal vez ya no podamos alargar más la vida física porque no estamos hechos para ello e incluso no nos convenga (imaginemos un dictador que gobierne cientos de años). Lo cierto es, que se sepa, nada dura eternamente.

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