lunes, 15 de febrero de 2010

El asesino de Green River


Uno de los mejores libros de Ann Rule es, definitivamente, “Green River, Running Red”, que trata del asesino serial conocido como El Asesino del Río Verde. Ann Rule es una escritora que se especializa en relatar historias de asesinos en serie y, hasta el momento, ha escrito unos 30.

Gary Ridgway era un buen ciudadano, trabajaba como pintor de camiones en una empresa donde tenía un récord de asistencia impecable. Estaba casado, tenía un hijo, le encantaba participar en actividades comunitarias, adoraba el campismo y era callado, tímido, pero servicial. Un buen trabajador, diría su jefe. Un esposo ejemplar, diría su esposa. Un buen padre, diría su hijo. El único problema con Ridgway era que le gustaba contratar prostitutas, que le excitaba asfixiarlas, y que mató unas cincuenta, según los cálculos más modestos. Comenzó su carrera criminal alrededor de 1980, y durante veinte años eludió a las autoridades. Disponía de los cadáveres en lugares tan apartados que muchos de ellos fueron descubiertos varios años o décadas después. Ha sido, según algunos, el asesino serial norteamericano más prolífico de todos los tiempos, y uno de los más buscados.



Lo curioso del caso Ridgway es que, al parecer, no siguió los patrones habituales de un asesino serial. Frecuentemente, existe un típico aceleramiento de la conducta delictiva hasta su captura, su muerte o hasta una meseta que puede durar décadas. Ridgway dejó de matar, al parecer, por más de 17 años. Durante ese tiempo, participaron en el equipo para tratar de atraparlo los Cazadores de Mentes más prominentes: Robert Keppel y John Douglas. No obtuvieron ningún resultado, pues los perfiles que elaboraron resultaron ser absolutamente inexactos. Hasta el famosísimo asesino serial Ted Bundy participó, desde la cárcel, en la búsqueda del notable criminal (la situación se reproduciría en el libro de Harris, El Silencio de los Inocentes, cuando Lecter ayuda a Clarice Starling a buscar a Buffalo Bill). Todo resultó inútil: Ridgway se mantuvo a salvo de la policía hasta que, en el 2001 fue detenido al confirmarse que su DNA coincidía con el encontrado en tres de las víctimas. En una controvertida decisión judicial, Ridgway se libró de la pena de muerte al hacer un trato con las autoridades: Su vida a cambio de la confesión de todos los crímenes. En prueba de su buena fe, Ridgway ayudó a los investigadores a localizar algunos de los cuerpos que no habían sido encontrados hasta ese momento.

¿Por qué mataba Ridgway? Según él, porque las prostitutas eran malas, porque era más fácil matarlas que pagarles y porque hay pocas probabilidades de que los familiares denuncien a una prostituta desaparecida. Ridgway, además, estudió los casos de famosos asesinos seriales para evitar sus mismos errores e impedir ser capturado. Afortunadamente, está tras las rejas.

Persisten muchas dudas en torno al caso Ridgway: ¿Se ha contabilizado el número total de sus víctimas? ¿Realmente dejó de matar durante todo ese tiempo, o cambió de método? Según algunos, el número total de víctimas asciende a 100, o más…

En comparación, Jack el Destripador, con sus cinco víctimas, parece un angelito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario