Dentro de la historia de las desapariciones misteriosas, la del regimiento Norfolk es de las más extraordinarias e increíbles.
En el aciago verano de 1915 Europa se suicidaba, envuelta en la guerra más espantosa y terrible que la historia había conocido, llamada la Primera pues fue el prólogo de una Segunda aún más apocalíptica si poder hubiera. Millones de jóvenes morían en embarrados campos de batalla, en estúpidos e incompetentes ataques frontales de concentración contra las posiciones fortificadas por trincheras y casamatas, fáciles de defender gracias a una nueva arma para la que no estaban preparados los anticuados estados mayores: la ametralladora. Tras esta guerra Europa dejaba paso en el dominio del mundo a una nueva nación. Estados Unidos veía nacer su Imperio de entre las cenizas y sangre.
En agosto de 1915, el frente ruso se desmoronaba bajo la presión de los turcos; para librar al aliado ruso de esta presión, el alto estado mayor decide iniciar la operación... en las playas de Galipolli.
El regimiento Norfolk tras desembarcar inició el avance hacia el interior del territorio turco, los regimientos avanzaban sin perder contacto visual. Los testigos del misterioso prodigio fueron los valerosos anzacs (Australiand and New Zeland Army Corps). Estaba despejado y sin nubes, el 4º Batallón Norfolk se dirigía hacia la cota 60 del monte Sai Bari; los anzacs comenzaron a murmurar sorprendidos: siguiendo el mismo rumbo una nube de unos 200 m., con forma de huso, llevaba la misma dirección que los soldados. La nube finalmente los alcanzó, descendió sobre los hombres y literalmente se los tragó, pues fue imposible ver lo que pasaba dentro de aquella. Transcurrido un cuarto de hora la nube comenzó a ascender suavemente y se reunió con unas nubes más pequeñas de forma esférica perfecta, desapareciendo el grupo de nubes hacia una dirección contraria al viento.
Tras este extraño suceso presenciado por los anzacs no se encontró ni rastro del batallón Norfolk. El misterio aumento al finalizar la guerra cuando los turcos aseguraban no saber el paradero de los hombres del batallón Norfolk. Finalmente se les dio, oficialmente, por desaparecidos o muertos en combate.
Veamos que es lo que hay de histórico en esta leyenda: todo surge a raíz de un artículo, firmado por excombatientes, en la revista Spaceview, de un número de 1965, ¡50 años después! En ese artículo, F. Reichard (zapador), R. Newman (zapador) y J.L. Newman (soldado), pertenecientes a una sección neozelandesa que participó en Gallipolli, narraban lo que arriba hemos resumido, es decir la desaparición extraña y misteriosa de aquel grupo de hombres camino de la cota 60 de Sari Bari.
Lo primero que llama la atención es la tardanza, nada menos que cincuenta años, en sacar a la luz un suceso tan extraordinario. Lo segundo es que el 4º batallón Norfolk nunca desapareció, tras Gallipolli fue destinado a Egipto, dato que puede comprobar cualquiera si visita el museo on-line del Regimiento de su Graciosa Majestad en cuestión. Pero sí ocurrieron cosas extrañas en aquellos sangrientos y negros días. Acontecimientos verdaderos que debieron vivir o por lo menos tener noticia estos excombatientes y que, ya en la vejez, debieron confundir y mezclar dando como resultado la leyenda del Batallón desaparecido. Uno de los sucesos más trágicos fue la aniquilación del Regimiento Rangers de Sherwood; desorientados al caer sobre ellos una espesa y repentina niebla, se adentraron en territorio cubierto por la artillería pesada turca, fueron barridos por las explosiones, desaparecieron. Aquello debió impactar mucho a los jóvenes anzacs y quedar gravado en sus mentes. Otro suceso realmente extraño que sucedió sólo unos días después, fue la desaparición del 5º Batallón Norfolk (no el 4º). Persiguiendo al enemigo y en mitad del fragor de la batalla, aquellos valerosos 250 hombres, se adentraron en un bosque espeso... y desaparecieron sin dejar rastro. Oficialmente muertos en acción.
La conjunción de ambos hechos reales en unos momentos especialmente emotivos para aquellos ancianos (celebraciones y conmemoraciones de los cincuenta años de aquellos sucesos tan terribles y traumáticos), provocaron una respuesta, una vía de escape emocional, en forma de la Leyenda del Batallón Norfolk.
De los 410.000 hombres que desembarcaron en las costas de Gallipolli, 60.000 nunca regresaron, y 250.000 lo hicieron heridos o mutilados. Los turcos no tuvieron mejor suerte: 80.000 muertos y 200.000 heridos.
En el aciago verano de 1915 Europa se suicidaba, envuelta en la guerra más espantosa y terrible que la historia había conocido, llamada la Primera pues fue el prólogo de una Segunda aún más apocalíptica si poder hubiera. Millones de jóvenes morían en embarrados campos de batalla, en estúpidos e incompetentes ataques frontales de concentración contra las posiciones fortificadas por trincheras y casamatas, fáciles de defender gracias a una nueva arma para la que no estaban preparados los anticuados estados mayores: la ametralladora. Tras esta guerra Europa dejaba paso en el dominio del mundo a una nueva nación. Estados Unidos veía nacer su Imperio de entre las cenizas y sangre.
En agosto de 1915, el frente ruso se desmoronaba bajo la presión de los turcos; para librar al aliado ruso de esta presión, el alto estado mayor decide iniciar la operación... en las playas de Galipolli.
El regimiento Norfolk tras desembarcar inició el avance hacia el interior del territorio turco, los regimientos avanzaban sin perder contacto visual. Los testigos del misterioso prodigio fueron los valerosos anzacs (Australiand and New Zeland Army Corps). Estaba despejado y sin nubes, el 4º Batallón Norfolk se dirigía hacia la cota 60 del monte Sai Bari; los anzacs comenzaron a murmurar sorprendidos: siguiendo el mismo rumbo una nube de unos 200 m., con forma de huso, llevaba la misma dirección que los soldados. La nube finalmente los alcanzó, descendió sobre los hombres y literalmente se los tragó, pues fue imposible ver lo que pasaba dentro de aquella. Transcurrido un cuarto de hora la nube comenzó a ascender suavemente y se reunió con unas nubes más pequeñas de forma esférica perfecta, desapareciendo el grupo de nubes hacia una dirección contraria al viento.
Tras este extraño suceso presenciado por los anzacs no se encontró ni rastro del batallón Norfolk. El misterio aumento al finalizar la guerra cuando los turcos aseguraban no saber el paradero de los hombres del batallón Norfolk. Finalmente se les dio, oficialmente, por desaparecidos o muertos en combate.
Veamos que es lo que hay de histórico en esta leyenda: todo surge a raíz de un artículo, firmado por excombatientes, en la revista Spaceview, de un número de 1965, ¡50 años después! En ese artículo, F. Reichard (zapador), R. Newman (zapador) y J.L. Newman (soldado), pertenecientes a una sección neozelandesa que participó en Gallipolli, narraban lo que arriba hemos resumido, es decir la desaparición extraña y misteriosa de aquel grupo de hombres camino de la cota 60 de Sari Bari.
Lo primero que llama la atención es la tardanza, nada menos que cincuenta años, en sacar a la luz un suceso tan extraordinario. Lo segundo es que el 4º batallón Norfolk nunca desapareció, tras Gallipolli fue destinado a Egipto, dato que puede comprobar cualquiera si visita el museo on-line del Regimiento de su Graciosa Majestad en cuestión. Pero sí ocurrieron cosas extrañas en aquellos sangrientos y negros días. Acontecimientos verdaderos que debieron vivir o por lo menos tener noticia estos excombatientes y que, ya en la vejez, debieron confundir y mezclar dando como resultado la leyenda del Batallón desaparecido. Uno de los sucesos más trágicos fue la aniquilación del Regimiento Rangers de Sherwood; desorientados al caer sobre ellos una espesa y repentina niebla, se adentraron en territorio cubierto por la artillería pesada turca, fueron barridos por las explosiones, desaparecieron. Aquello debió impactar mucho a los jóvenes anzacs y quedar gravado en sus mentes. Otro suceso realmente extraño que sucedió sólo unos días después, fue la desaparición del 5º Batallón Norfolk (no el 4º). Persiguiendo al enemigo y en mitad del fragor de la batalla, aquellos valerosos 250 hombres, se adentraron en un bosque espeso... y desaparecieron sin dejar rastro. Oficialmente muertos en acción.
La conjunción de ambos hechos reales en unos momentos especialmente emotivos para aquellos ancianos (celebraciones y conmemoraciones de los cincuenta años de aquellos sucesos tan terribles y traumáticos), provocaron una respuesta, una vía de escape emocional, en forma de la Leyenda del Batallón Norfolk.
De los 410.000 hombres que desembarcaron en las costas de Gallipolli, 60.000 nunca regresaron, y 250.000 lo hicieron heridos o mutilados. Los turcos no tuvieron mejor suerte: 80.000 muertos y 200.000 heridos.
2 comentarios:
Y el premio a la estupides humana va para...todos los que hacen guerras estupidas.
Buen artículo.
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