La producción en laboratorios de carne sin necesidad de matar animales se aleja de la ciencia ficción y podría poner en menos de diez años una hamburguesa “verde” sobre el plato. La carne fermentada es “carne” elaborada a partir del cultivo en el laboratorio de células madre o de músculo de animales como pollos, cerdos o corderos.
No es un chiste, los estudios están muy adelantados. La fórmula secreta está en una especie de sopa “biomédica” compuesta de nutrientes procedentes de sangre animal y microorganismos, donde se coloca una célula que podría teóricamente alimentar a toda la población mundial durante un año.
Por el momento, el resultado son sólo unas pequeñas tiras de carne de cerdo de un centímetro de largo que pueden ser estiradas y a las que se puede añadir proteínas. Si la tecnología continúa avanzando dentro de cinco a diez años esas tiras podrían producir sustitutivos de carne a gran escala con dureza suficiente como para hincarle el diente y confundir su sabor con el de una costeleta “tradicional”.
Claro, no todo es tan sencillo, por ahora la producción de esta carne de laboratorio tiene como desventaja el alto costo de producción, pero nadie descarta que en el fututo ese sea un obstáculo salvable.
Los puntos a solucionar tienen que ver con automatizar el proceso de industrialización y conseguir “ingredientes” más económicos, ya que los utilizados hasta el momento son producto de caras investigaciones biomédicas.
Mientras el público ha reaccionado con reservas a esta alternativa alimenticia, los defensores del proyecto establecieron claramente las ventajas que traería. Se podría controlar su producción para evitar enfermedades como el mal de las vacas locas o la gripe A, e incluso obtener carne “light”. “Y hasta podemos hacer hamburguesas que prevengan los ataques al corazón”, aseguró Jason Matheny, director de New Harvest, una organización sin ánimo de lucro que une los esfuerzos de científicos de todo el mundo en este campo. Para convencer a los que desconfían de una comida alejada de los prados o las granjas, y con “ganaderos” de bata blanca, argumenta que “la mayor parte de lo que comemos viene del laboratorio, todo está procesado”, como la leche, el queso o los “nuggets”.
Sobre la posibilidad de que estas prácticas experimentales puedan tener efectos inesperados para la salud humana, respondió: “No somos conscientes de ningún riesgo”.
La idea de carne sin el coste de las vidas de seres vivos es una aspiración que va más allá de las reivindicaciones de los defensores de los animales. Este invento podría ser una solución a la insostenibilidad de un planeta con un ganado que devasta el Amazonas y aumenta el calentamiento global, como alertó el informe de Naciones Unidas “La larga sombra del ganado”.
No sé que les pasó a ustedes después de leer este post, pero a mí no se me hizo agua la boca, e incluso diría que mientras más pienso en carne fermentándose en una sopa biológica, más me imagino un matambrito sobre la parrilla con unas buenas achuras que lo rodeen. Buen provecho.
No es un chiste, los estudios están muy adelantados. La fórmula secreta está en una especie de sopa “biomédica” compuesta de nutrientes procedentes de sangre animal y microorganismos, donde se coloca una célula que podría teóricamente alimentar a toda la población mundial durante un año.
Por el momento, el resultado son sólo unas pequeñas tiras de carne de cerdo de un centímetro de largo que pueden ser estiradas y a las que se puede añadir proteínas. Si la tecnología continúa avanzando dentro de cinco a diez años esas tiras podrían producir sustitutivos de carne a gran escala con dureza suficiente como para hincarle el diente y confundir su sabor con el de una costeleta “tradicional”.
Claro, no todo es tan sencillo, por ahora la producción de esta carne de laboratorio tiene como desventaja el alto costo de producción, pero nadie descarta que en el fututo ese sea un obstáculo salvable.
Los puntos a solucionar tienen que ver con automatizar el proceso de industrialización y conseguir “ingredientes” más económicos, ya que los utilizados hasta el momento son producto de caras investigaciones biomédicas.
Mientras el público ha reaccionado con reservas a esta alternativa alimenticia, los defensores del proyecto establecieron claramente las ventajas que traería. Se podría controlar su producción para evitar enfermedades como el mal de las vacas locas o la gripe A, e incluso obtener carne “light”. “Y hasta podemos hacer hamburguesas que prevengan los ataques al corazón”, aseguró Jason Matheny, director de New Harvest, una organización sin ánimo de lucro que une los esfuerzos de científicos de todo el mundo en este campo. Para convencer a los que desconfían de una comida alejada de los prados o las granjas, y con “ganaderos” de bata blanca, argumenta que “la mayor parte de lo que comemos viene del laboratorio, todo está procesado”, como la leche, el queso o los “nuggets”.
Sobre la posibilidad de que estas prácticas experimentales puedan tener efectos inesperados para la salud humana, respondió: “No somos conscientes de ningún riesgo”.
La idea de carne sin el coste de las vidas de seres vivos es una aspiración que va más allá de las reivindicaciones de los defensores de los animales. Este invento podría ser una solución a la insostenibilidad de un planeta con un ganado que devasta el Amazonas y aumenta el calentamiento global, como alertó el informe de Naciones Unidas “La larga sombra del ganado”.
No sé que les pasó a ustedes después de leer este post, pero a mí no se me hizo agua la boca, e incluso diría que mientras más pienso en carne fermentándose en una sopa biológica, más me imagino un matambrito sobre la parrilla con unas buenas achuras que lo rodeen. Buen provecho.
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