martes, 26 de octubre de 2010

El Incidente del Equinoccio de Otoño: Al borde de la guerra nuclear

Pocas veces cae el destino del mundo en las manos de un solo hombre. La media noche del 26 de septiembre de 1983 pudo ser la última para millones de personas si no hubiera sido por Stanislav Petrov. En una época llena de tensiones provocadas por la Guerra Fría y el miedo a un Apocalipsis nuclear, mantuvo la calma cuando las alarmas de un satélite de la URSS avisaron de un ataque nuclear inminente. Se trataba del hombre que tenía a su alcance el “botón rojo”.

Orbitando sobre la Tierra, los satélites de alerta temprana rusos estaban preparados para detectar cualquier proyectil que se elevase sobre la línea del horizonte. Aquella noche, Petrov, teniente coronel de la Fuerza de misiles estratégicos del Ejercito ruso, se encontraba al mando del bunker Serpukhov-15 en Moscú. A las 00.14 de la noche saltaron todos los indicadores alertando de una fuente de calor que ascendía por el este. Sus características correspondían con las de un misil nuclear intercontinental.




A pesar de la alarma que resonó en todo el bunker, Petrov se mantuvo escéptico. Podía ser un error, así que ordenó suspender la alarma y esperar. Sin embargo, poco después volvieron a sonar las sirenas cuando los satélites detectaron cuatro fuentes de calor más. Ya había perdido mucho tiempo y como declaró en el diario Moscow News: “No se pueden analizar bien las cosas en sólo un par de minutos, todo lo que se puede hacer es confiar en la intuición. Tenía dos opciones: o pensar que los ataques con misiles no parten de una sola base, o que el ordenador ha perdido la cabeza”. Optó por la segunda opción y esperó unos minutos más.

La tremenda tensión que “atenazaba a todos los presentes” desapareció de golpe cuando las alarmas cesaron. Lo que en realidad ocurrió es que, en estas fechas próximas al equinoccio de otoño, los satélites, la Tierra y el Sol se alinearon provocando un extraño error en los detectores. El Sol se había elevado sobre el horizonte en el ángulo exacto para que los satélites interpretaran sus señales térmicas como un ataque de misiles.

Después de esto, Stanislav Petrov fue relegado a un puesto inferior por desacatar las normas, y el error fue ocultado por el gobierno de la URSS. El reconocimiento de su hazaña, en el que más tarde se llamó “Incidente del Equinoccio de Otoño”, no vino hasta mucho tiempo después cuando recibió su primer premio, "World Citizen Award", el 21 de mayo de 2004. En 2006 viajó a EEUU y fue homenajeado por las Naciones Unidas por su valiente actuación. A pesar de todo, cada vez que se entrevistó a Petrov siempre comentaba: “En todo este tiempo no me he considerado un héroe, sólo alguien que hizo su trabajo y lo hizo bien”.

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