viernes, 19 de noviembre de 2010

Cuando los humanos eran cobayas y los médicos asesinos

No sólo se les mataba a sangre fría. Durante el Holocausto, muchos judíos, y otros seres humanos que 'ensuciaban' la raza aria fueron empleados como conejillos de indias. Se cometieron con ellos auténticas tropelías, siempre bajo una 'justificación' supuestamente científica.

Además de la mal llamada 'eutanasia' practicada en los 'no validos' (discapacitados psíquicos o físicos, tanto niños como adultos, o de razas 'inferiores'), en la década de los 30 se sucedieron todo tipo de experimentos médicos.

Quizás unos de los más conocidos sean los realizados por Josef Mengele y Otmar von Verschuer con gemelos. Entre otros ensayos, se estudió el componente genético de enfermedades como el cáncer o la tuberculosis. Y, si era necesario, se mataba a uno o a dos hermanos sin contemplaciones. "Se les asesinaba para cotejar datos clínicos y experimentales", declara un artículo aparecido en 2009 en 'The Lancet'.

Pero estos 'trabajos científicos' no fueron, ni mucho menos, los únicos. La esterilización de "enemigos del estado, como rusos, polacos", explican Susan Benedict y Jam M. Georges, en 'Nursing Inquiry', fue eje de múltiples ensayos. En varios campos de concentración, hombres y mujeres se sometían a radioterapia, cirugía e inyecciones de todo tipo de sustancias corrosivas. En Auschwitz los doctores Carl Clauberg y Horst Schumann fueron especialmente 'prolíficos' en estas investigaciones.

"A los que sobrevivían a la radiación se les solía someter a cirugía para evaluar la esterilización. A las mujeres se les extirpaba uno o los dos ovarios, y a los hombres los testículos", afirman Benedict y Georges.

Con fines militares

Los experimentos con fines militares también cobraron una atrocidad difícil de digerir. "Se estudió la respuesta humana a la altitud y a las temperaturas muy bajas y se les expuso a bombas incendiarias, gas mostaza y otros venenos [...] En otros ensayos, los presos fueron infectados a propósito con tifus, malaria o ictericia, con el fin de desarrollar posibles vacunas y tratamientos eficaces", aseguraba un estudio en la revista 'Neurology' en 1994.

Dos años después de la aparición de este artículo, otro publicado en'Journal of the American Medical Association' ofrecía más datos: "Se les usó para conocer si el agua del mar podía llegar a ser potable y si sería posible realizar trasplantes de huesos, músculos y articulaciones".

Por otro lado, también fue habitual que distintas organizaciones con fines científicos pidiesen una 'remesa' de presos con los que experimentar. "Los alemanes consideraban que Auschwitz era una especie de santuario de la ciencia y la tecnología", señalaban los autores de un editorial aparecido en >'The Annals of Internal Medicine' en 2004.

Algunas universidades también 'aprovecharon' el momento e investigaron con los órganos de los asesinados. "Les dije, mirad, si vais a matar a toda esa gente, al menos quitarle los cerebros, para poder emplear el material", llegó a señalar un neuropatólogo de la época, según recoge 'The British Medical Journal'.

Todos estos experimentos, tal y como quedó reflejado en el juicio de Nuremberg, donde varios especialistas de la Medicina fueron condenados por sus crímenes, marcaron una época en la que se violó cualquier tipo de código ético imaginable.

Tal y como concluye Alan Jotkowitz, autor de un texto sobre la medicina en el Holocausto, todo lo sucedido "nos debería recordar que los dilemas de este tipo siguen existiendo de forma trágica en el mundo, sobre todo en las regiones en las que reina el mal y la vida humana no tiene valor moral".

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