jueves, 23 de febrero de 2012

El mito de Yamata-no-Orochi


Los dragones de Japón son similares, en apariencia, a los de China, pero poseen una forma de serpiente más pronunciada, lucen sólo tres garras en cada pie y, en general, son menso aéreos.

El tipo más común es el tatsu, que desciende de una variedad primitiva de dragón chino de tres dedos. Al contrario que su antepasado, tradicionalmente se le ha relacionado más estrechamente con el mar que con la lluvia – pues Japón es menos vulnerable que China a la devastación relacionada con las inundaciones.

Mucho más grotesco era el dragón de ocho cabezas al que hizo frente Susa-no-wo, hermano de la hermosa diosa del sol de Japón, Ama-terasu. De viaje cerca del rio Hi-no-ka-mi en la provincia de Izumo, Susa-no se encontró con una preciosa joven doncella en compañía de una pareja mayor, y los tres estaban consternados. Les preguntó por qué lloraban, y se enteró de que el hombre y la mujer eran los padres de la doncella, que era la última de sus ocho hijas, y que cada año durante los siete años anteriores, una de sus hijas había sido secuestrada y devorada por un dragón de Koshi. Pronto volvería por última vez, en busca de su amada hija, Kush-inada-hime.
El dragón era una bestia terrible, tan enorme que su poderoso cuerpo se extendía por ocho montañas y ocho valles, y los árboles y el musgo sobresalían de su escabroso escondrijo. Poseía ocho colas retorcidas, ocho terribles cabezas, cada una de ellas con ojos tan rojos como la cereza de invierno de Japón, y tenía un vientre repulsivamente inflamado.

Ningún mortal podía vencer a tal monstruo, pero Susa-no-wo era algo más que mortal. A cambio de obtener en matrimonio la mano de Kush-inada.hime, prometió destruir a ese reptil enemigo.
Después de transformar a su futura novia en un peine inocuo, que escondió en su pelo, Susa-no ordenó a los padres que prepararan una gran cantidad de sake potente, y que lo vertieran en ocho cubas colosales tan pronto como lo hubieran preparado. Después, se contruyó una empalizada alta, atravesada por ocho puertas; detrás de las puertas habían un banco largo, y colocado encima de cada banco una cuba de sake. Una vez que esto quedó preparado, Susa-no y los padres de Kush-inada-hime se ocultaron cerca del lugar en espera de la llegada del dragón.

Como se preveía, el delicioso aroma del sake fue un cebo efectivo, que atrajo al monstruo a visitar el compuesto y probar el atractivo líquido tras las puertas. Con voraz regocijo, cada una de sus ocho cabezas se bebieron rápidamente una cuba de sake, e inevitablemente, el dragón pronto estaba excesivamente ebrio – tanto que se hundió en el suelo borracho de estupor.
Sin perder tiempo Sasu-no-wo salió de su escondite, alzó su poderosa espada mandoble hacia el cielo, cortó a la bestia comatosa en una miríada de fragmentos.
Así terminó el dragón de Koshi, y así empezó el asentamiento de Susa-no-wo con su nueva esposa en Ixumo – y una nueva espada también. Pues en el interior de una de las colas del monstruo muerto, había descubierto para su gran sorpresa una chuchilla maravillosa, afilada, la kusa-nagi-no-tachi o espada de dragón que disipaba las hierbas, que después dio a su hermana diosa del sol.

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