India, primavera-verano de 1942. Las fuerzas del Eje avanzan invencibles en Europa y en el norte de África. La alianza entre el capitalismo occidental y el comunismo ruso, establecida para afrontar una durísima lucha sin cuartel contra el nazi-fascista-nipón, pasa por grandes dificultades.
En su casa de Calcuta (la ciudad de la diosa Kali), Savitri Devi, partidaria del nacionalismo indio más extremista, lee atentamente el Bhagavad-Gita: «¡Oh hijo de Kunti, si mueres combatiendo alcanzarás los Planetas superiores, si vences gozarás del Reino de la Tierra. Álzate y combate con determinación!».
En este pasaje, Krishna se dirige al campeón de los arios, Arjuna, incitándolo al combate durante las guerras védicas que tuvieron lugar en un remoto pasado antediluviano. Devi veía aquel pasaje como el modelo arquetípico del conflicto bélico que se estaba desarrollando en Europa. Por eso, no dudó en afirmar: «los arios están resurgiendo y conseguirán la victoria guiados por el Avatar Hitler. El término ‘ario’ significa ‘nacido dos veces’, pero en relación a la runa ‘Ar’ significa fuego, Sol primigenio, águila».
Así pensaba Devi en aquellos días. Su verdadero nombre era Maximiani Julia Portas. Había nacido en Lyon el 30 de septiembre de 1905, en el seno de una familia griega. Desde muy joven destacó por su excepcional capacidad para el estudio y se convirtió pronto en una notable políglota. Dominaba a la perfección ocho idiomas, incluido el hindi y el islandés. Doctorada en letras, también obtuvo diplomas en física, en química y en biología.
Era una mujer orgullosa de sus orígenes griegos. Admiraba ante todo lo que denominaba como «aquella civilización forjada en el hierro y en la verdad que fue la antigua Grecia de los héroes». Al igual que para otros intelectuales promotores del irracionalismo, para ella el canto del cisne de esta época heroica había sido la guerra de Troya. Después la cultura helena se habría sumergido definitivamente en una era oscura. Con una atávica aversión por las filosofías racionalistas y el judaísmo, Savitri Devi nunca aceptó el cristianismo. Ella se sentía profundamente aria, pagana y europea, así como enamorada de los brillantes dioses solares del hinduismo.
En 1936 estableció definitivamente su residencia en India. Las autoridades británicas la identificaron como sospechosa y la mantuvieron bajo estrecha vigilancia, puesto que conocían bien sus simpatías por el nazismo de Hitler. Después del estallido de la II Guerra Mundial, Devi se casó con Krishna Mukherjie, un brahmán indio que en los años precedentes había editado una revista filo-nazi enmarcada en el nacionalismo radical hindú, la New Mercury, clausurada por las autoridades británicas en 1937.
Al casarse, Devi se convirtió en ciudadana británica. También se manifestó como una admiradora incondicional del sistema de castas hindúes y en las campañas de agitación que desarrolló por India sostuvo abiertamente que era preferible una India sucia y repleta de fealdad que el Occidente capitalista, higienista, pero también falso, vacío, hipócrita y generador de todo tipo de decadencia cultural. Occidente representaba para ella un mundo sin futuro porque, en su opinión, Hitler lo vencería e impondría un Nuevo Orden Mundial basado en los antiguos valores heroicos.
En 1942 Devi se hallaba en plena búsqueda de una posible futura religión de estado para ese Nuevo Orden Mundial ario que barrería de la historia a la «débil» cultura «judeo-cristiana». Entonces tuvo una definitiva iluminación: el modelo de líder para esa nueva fe sería Amenhotep IV, el décimo faraón de la XVIII dinastía, que al ascender al trono asumió el nombre de Akhenatón (gloria de Atón) y trató de imponer el culto de un dios único, identificado con el disco solar.
En realidad, no era una fe nueva, sino el intento de restaurar el antiquísimo culto heliopolitano de Atum-Ra. Para Devi, como para otros ocultistas filonazis, su idea original habría sido después falsificada y secuestrada por los hebreos bajo el liderazgo de Moisés, que sobre esta base egipcia formuló el monoteísmo de Israel.
La iluminación de Atón
Para entender el culto que Devi pretendía refundar en el siglo XX sobre bases egipcias debemos viajar al año 3000 a.C.
Todo es tranquilidad en el entorno del Templo del Fénix en Heliópolis, la Ciudad del Sol, denominada On en egipcio. Está surgiendo el alba, a imitación del primer alba del Zep Tepi, el Primer Tiempo de los antiguos egipcios. En el interior del recinto del Templo, el Fénix –el rayo de sol– está por tocar con sus primeras manifestaciones la piedra Benben, el Piramidión cónico de hierro meteórico, colocado en la cima del obelisco y situado en el centro del templo.
El Piramidión resplandece de repente, tocado por los rayos solares, como recuerdo perpetuo del nacimiento de la Colina que emergió de las Aguas Primordiales cuando dio comienzo la Creación. El Padre de todos los dioses, Atum, está satisfecho. Atum es el túmulo primordial mismo, el gran «Él-Ella» de la doble sexualidad (andrógino). Así lo describen los Textos de las Pirámides, que contienen las más antiguas referencias de la cosmogonía fundada en torno a este dios supremo. La raíz de su nombre (tm) significaba tanto la nada como el todo. Atum era la totalidad de la existencia y de la no existencia.
Representado antropomórficamente con la doble corona de Egipto, la blanca del norte y la roja del sur, o con la cabeza de halcón y tocado por la serpiente cósmica Uraeus enroscada en torno a un disco solar, simbolizaba el Sol del atardecer, que sería sustituido en el curso de los siglos por el culto a Ra, el Sol en el cenit. Atum se convirtió en un Sol Negro, en un dios esencialmente invisible, que más tarde se transformaría en el Sol nocturno que viaja a través de las regiones subterráneas, o en el árbitro del destino, sentado en el polo del mundo.
Unos 1.500 años después de fundado este culto, el faraón Akhenatón y su esposa Nefertiti decidieron restaurarlo, hicieron trasladar la capital de los dos reinos de Egipto a una nueva ciudad santa edificada con ese fin: Akhetatón, la actual Tell el Amarna. Ésta se convirtió en el lugar del nacimiento del dios Sol, desplazando a Tebas (Luxor) y al culto de Amón. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué cambió la capital en aquella que será recordada como la Revolución de Amarna?
Es preciso dar un breve salto atrás en el tiempo para entenderlo. Generaciones antes, el joven príncipe Tuthmosis-Menkheperure sentía fuertemente el peso de las responsabilidades que debería afrontar si un día fuese elegido faraón. Los faraones anteriores de la XVIII dinastía, en particular Tuthmosis III y su padre Amenhotep II, contribuyeron a ampliar por medio de la fuerza las fronteras del imperio, saliendo victoriosos de diversas campañas militares.
Todo esto había sucedido bajo la tutela de la casta de los sacerdotes de la ciudad de Tebas, los seguidores deAmón, dios del Alto Egipto, que se transformaron en una élite poderosísima que regía la política imperial. Sobre la base de este poder fáctico, el dios local Amón había derrocado al antiguo Padre de los dioses, Atum-Ra, cuyo culto en Heliópolis-On se remontaba a los orígenes de Egipto. Tuthmosis acudió a la Esfinge y allí tuvo una revelación en sueños: Atum-Ra le ordenó restaurar la Esfinge y revitalizar la antigua religión de los orígenes. Como recuerdo perenne de este evento sobrenatural, al acceder al trono Tuthmosis hizo colocar entre las garras de la Esfinge el Obelisco del Sueño, describiendo su visión.
El viejo culto de Atum-Ra se restableció. Pero los sacerdotes de Amón constituían una enconada resistencia. Por eso fueron necesarias las radicales y definitivas iniciativas de Akhenatón y Nefertiti para volver a imponer a Atón (Atum) en su sitio. Básicamente, en esto consistió la revolución de Amarna y el nacimiento del atonismo, que restauró el culto vigente en Heliópolis unos 1.500 años antes.
Esta revolución duraría sólo 17 años. Los sacerdotes de Amón consiguieron finalmente la victoria, abolieron el culto a Atón, aniquilaron a la Familia Real e impusieron una nueva dinastía. El dios primigenio del Sol volvió a convertirse en un Sol Negro, privado de su poder.
El monoteísmo hebreo, con las tablas de la ley de Moisés, y más tarde el cristianismo, contribuyeron al definitivo derribo de este culto del Zep Tepi (el Primer Tiempo o tiempo primordial egipcio). Por eso, Atum-Ra había vagado impotente por el reino tenebroso de la noche durante 3.500 años.
Conexiones secretas
Así pensaba Savitri Devi. Asimismo, creía que su iluminación estaba favorecida por el espíritu renacido del Sol de Atum que había despertado de pronto y clamaba venganza: el Sol Negro pretendía con todas las fuerzas a su servicio (los ejércitos arios del Eje) volver a brillar en el pantheon universal y configurarse en un Sol vivo. El cambio de curso de los hechos se habría verificado definitivamente con el descubrimiento de la tumba del faraón de oro Tutankhamón, en noviembre de 1922.
Tutankhamón estaba emparentado con Akhenatón (algún egiptólogo sostiene que era su hijo). Su nombre original era Tutankh-Atón, reconvertido al culto de Amón sólo después de la total destrucción de la Revolución de Amarna. Pero, junto a su esposa, no habría abandonado jamás la fe en el culto del dios Sol primigenio. Este secreto se lo llevó a la tumba a la edad de 19 años. Con la apertura del sepulcro, el espíritu de Atón había quedado liberado y actuaba sobre el curso de la historia humana para retornar al poder religioso, guiando las fuerzas arias contra el capitalismo judío.
Savitri Devi no era la única en pensar en estos términos. También compartían la misma ideología se los elementos más esotéricos de la Organización Ahnenerbe, la Sociedad para la Herencia Ancestral, creada por Heinrich Himmler en 1935. Entre estos ocultistas destacaba
el «Rasputín» de Himmler, Karl María Wiligut o Weisthor (1866-1946) y su aventajado discípulo, Emil Rüdiger (1855-1952). Nos hallamos ante una convicción compartida por las elites más exaltadas del nazi-fascismo europeo durante los años 30 y 40.
El propio Otto Rhan, colaborador de Wiligut en la Ahnenerbe y destacado investigador del Grial, estaba convencido de la existencia de fuerzas invisibles en pugna. La guerra entre el Eje y los Aliados sería, por lo tanto, parte de una confrontación de dimensiones cósmicas y metafísicas.
«Resulta por lo menos lógico pensar que la Ahnenerbe, en el Orden Negro de Adolf Hitler, fuese la depositaria de la Tradición; en particular algunas de sus secciones, dado que comprendía muchas, entre ellas 52 científicas». Así se expresaba Devi en La India y el nazismo. En base a esta pista, hemos investigado a fondo en departamentos específicos de la Ahnenerbe, en particular en el relativo a las Ciencias y Culturas Norteafricanas y en el importantísimo de Religiones Indogermánicas.
El departamento de Religiones Indogermánicas, en la Universidad de Baviera, estaba bajo la dirección de Walther Wüst (fallecido en 1993), rector de dicha facultad. Wüst había contribuido en gran medida a la publicación de algunos libros editados por la casa editora de la Ahnenerbe. En estos textos se observa lo similares que eran las concepciones filosóficas de esta rama del nacionalsocialismo mágico con las ideas de Savitri Devi. Aunque no está demostrado, el hecho de que la expedición de la Ahnenerbe al Tíbet tuviera su base en Calcuta, hace pensar que se produjeron encuentros e intercambios culturales clandestinos entre la familia india de Devi y esta expedición.
En definitiva, de los estudios y de las experiencias, ya sea de este departamento como de las concepciones de Devi, se estaba formando una idea del nacionalsocialismo, y de Hitler en particular, como el de una futura guía religiosa donde se habría de restaurar el concepto de Tradición Primordial.
También podría haberse producido un intercambio secreto de información entre el gran egiptólogo, esoterista y alquimista René Schwaller De Lubicz (1887-1961) y la Ahnenerbe. Schwaller De Lubicz, cuyas concepciones tradicionales y políticas con claras tendencias fascistas eran conocidas, se estableció a partir de 1939 en Egipto, donde residió hasta 1952.
René Guénon lo había definido como «un peligroso exponente de la Contra-Iniciación». Lo cierto es que Schwaller repudió el hebraísmo y el cristianismo y, con el paso del tiempo, se dedicó cada vez más al hermetismo egipcio. Veía con acierto un retorno del culto al antiguo dios originario, Atum-Ra.
El final del sueño
Pero a partir de noviembre de 1942 todo cambió. Las fuerzas del Eje comenzaron a perder la guerra. Sin embargo, Devi y otros destacados ocultistas permanecieron firmes en sus convicciones, como si su guerra secreta hubiese dejado de coincidir con las vicisitudes de la guerra profana y siguiera otros derroteros. Desde el punto de vista del ocultismo nazi, ¿qué sucedió? ¿Cómo es posible que esoteristas de gran capacidad y cultura, como la misma Savitri Devi, Schwaller de Lubicz o el ex embajador de Chile, Miguel Serrano, siguieran declarándose nacionalsocialistas, sin renunciar nunca a esta opción una vez derrotado Hitler?
Después de 1945, Devi realizó un auténtico peregrinaje por Europa y por la Alemania destruida, profesando su fe por todos los pueblos alemanes, llegando hasta el lugar más sagrado de esta nación, Externsteine (las Piedras del Exterior, o las Rocas del Sol), donde pronunció una oración al Sol Primigenio, el Sol Negro: «A ÉL-ELLA-ELLO, que no tiene nombre; a Aquello que es y permanece, más allá de las formas, de los colores y de los sonidos; a Aquel cuyo pensamiento da la Serenidad al alma, sin el cual no puede haber ninguna acción destacada».
Increíblemente, el holocausto de 6 millones de judíos y la muerte de 50 millones de personas no hicieron mella en absoluto en sus concepciones religiosas, que se remontan a la noche de los tiempos.
En su casa de Calcuta (la ciudad de la diosa Kali), Savitri Devi, partidaria del nacionalismo indio más extremista, lee atentamente el Bhagavad-Gita: «¡Oh hijo de Kunti, si mueres combatiendo alcanzarás los Planetas superiores, si vences gozarás del Reino de la Tierra. Álzate y combate con determinación!».
En este pasaje, Krishna se dirige al campeón de los arios, Arjuna, incitándolo al combate durante las guerras védicas que tuvieron lugar en un remoto pasado antediluviano. Devi veía aquel pasaje como el modelo arquetípico del conflicto bélico que se estaba desarrollando en Europa. Por eso, no dudó en afirmar: «los arios están resurgiendo y conseguirán la victoria guiados por el Avatar Hitler. El término ‘ario’ significa ‘nacido dos veces’, pero en relación a la runa ‘Ar’ significa fuego, Sol primigenio, águila».
Así pensaba Devi en aquellos días. Su verdadero nombre era Maximiani Julia Portas. Había nacido en Lyon el 30 de septiembre de 1905, en el seno de una familia griega. Desde muy joven destacó por su excepcional capacidad para el estudio y se convirtió pronto en una notable políglota. Dominaba a la perfección ocho idiomas, incluido el hindi y el islandés. Doctorada en letras, también obtuvo diplomas en física, en química y en biología.
Era una mujer orgullosa de sus orígenes griegos. Admiraba ante todo lo que denominaba como «aquella civilización forjada en el hierro y en la verdad que fue la antigua Grecia de los héroes». Al igual que para otros intelectuales promotores del irracionalismo, para ella el canto del cisne de esta época heroica había sido la guerra de Troya. Después la cultura helena se habría sumergido definitivamente en una era oscura. Con una atávica aversión por las filosofías racionalistas y el judaísmo, Savitri Devi nunca aceptó el cristianismo. Ella se sentía profundamente aria, pagana y europea, así como enamorada de los brillantes dioses solares del hinduismo.
En 1936 estableció definitivamente su residencia en India. Las autoridades británicas la identificaron como sospechosa y la mantuvieron bajo estrecha vigilancia, puesto que conocían bien sus simpatías por el nazismo de Hitler. Después del estallido de la II Guerra Mundial, Devi se casó con Krishna Mukherjie, un brahmán indio que en los años precedentes había editado una revista filo-nazi enmarcada en el nacionalismo radical hindú, la New Mercury, clausurada por las autoridades británicas en 1937.
Al casarse, Devi se convirtió en ciudadana británica. También se manifestó como una admiradora incondicional del sistema de castas hindúes y en las campañas de agitación que desarrolló por India sostuvo abiertamente que era preferible una India sucia y repleta de fealdad que el Occidente capitalista, higienista, pero también falso, vacío, hipócrita y generador de todo tipo de decadencia cultural. Occidente representaba para ella un mundo sin futuro porque, en su opinión, Hitler lo vencería e impondría un Nuevo Orden Mundial basado en los antiguos valores heroicos.
En 1942 Devi se hallaba en plena búsqueda de una posible futura religión de estado para ese Nuevo Orden Mundial ario que barrería de la historia a la «débil» cultura «judeo-cristiana». Entonces tuvo una definitiva iluminación: el modelo de líder para esa nueva fe sería Amenhotep IV, el décimo faraón de la XVIII dinastía, que al ascender al trono asumió el nombre de Akhenatón (gloria de Atón) y trató de imponer el culto de un dios único, identificado con el disco solar.
En realidad, no era una fe nueva, sino el intento de restaurar el antiquísimo culto heliopolitano de Atum-Ra. Para Devi, como para otros ocultistas filonazis, su idea original habría sido después falsificada y secuestrada por los hebreos bajo el liderazgo de Moisés, que sobre esta base egipcia formuló el monoteísmo de Israel.
La iluminación de Atón
Para entender el culto que Devi pretendía refundar en el siglo XX sobre bases egipcias debemos viajar al año 3000 a.C.
Todo es tranquilidad en el entorno del Templo del Fénix en Heliópolis, la Ciudad del Sol, denominada On en egipcio. Está surgiendo el alba, a imitación del primer alba del Zep Tepi, el Primer Tiempo de los antiguos egipcios. En el interior del recinto del Templo, el Fénix –el rayo de sol– está por tocar con sus primeras manifestaciones la piedra Benben, el Piramidión cónico de hierro meteórico, colocado en la cima del obelisco y situado en el centro del templo.
El Piramidión resplandece de repente, tocado por los rayos solares, como recuerdo perpetuo del nacimiento de la Colina que emergió de las Aguas Primordiales cuando dio comienzo la Creación. El Padre de todos los dioses, Atum, está satisfecho. Atum es el túmulo primordial mismo, el gran «Él-Ella» de la doble sexualidad (andrógino). Así lo describen los Textos de las Pirámides, que contienen las más antiguas referencias de la cosmogonía fundada en torno a este dios supremo. La raíz de su nombre (tm) significaba tanto la nada como el todo. Atum era la totalidad de la existencia y de la no existencia.
Representado antropomórficamente con la doble corona de Egipto, la blanca del norte y la roja del sur, o con la cabeza de halcón y tocado por la serpiente cósmica Uraeus enroscada en torno a un disco solar, simbolizaba el Sol del atardecer, que sería sustituido en el curso de los siglos por el culto a Ra, el Sol en el cenit. Atum se convirtió en un Sol Negro, en un dios esencialmente invisible, que más tarde se transformaría en el Sol nocturno que viaja a través de las regiones subterráneas, o en el árbitro del destino, sentado en el polo del mundo.
Unos 1.500 años después de fundado este culto, el faraón Akhenatón y su esposa Nefertiti decidieron restaurarlo, hicieron trasladar la capital de los dos reinos de Egipto a una nueva ciudad santa edificada con ese fin: Akhetatón, la actual Tell el Amarna. Ésta se convirtió en el lugar del nacimiento del dios Sol, desplazando a Tebas (Luxor) y al culto de Amón. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué cambió la capital en aquella que será recordada como la Revolución de Amarna?
Es preciso dar un breve salto atrás en el tiempo para entenderlo. Generaciones antes, el joven príncipe Tuthmosis-Menkheperure sentía fuertemente el peso de las responsabilidades que debería afrontar si un día fuese elegido faraón. Los faraones anteriores de la XVIII dinastía, en particular Tuthmosis III y su padre Amenhotep II, contribuyeron a ampliar por medio de la fuerza las fronteras del imperio, saliendo victoriosos de diversas campañas militares.
Todo esto había sucedido bajo la tutela de la casta de los sacerdotes de la ciudad de Tebas, los seguidores deAmón, dios del Alto Egipto, que se transformaron en una élite poderosísima que regía la política imperial. Sobre la base de este poder fáctico, el dios local Amón había derrocado al antiguo Padre de los dioses, Atum-Ra, cuyo culto en Heliópolis-On se remontaba a los orígenes de Egipto. Tuthmosis acudió a la Esfinge y allí tuvo una revelación en sueños: Atum-Ra le ordenó restaurar la Esfinge y revitalizar la antigua religión de los orígenes. Como recuerdo perenne de este evento sobrenatural, al acceder al trono Tuthmosis hizo colocar entre las garras de la Esfinge el Obelisco del Sueño, describiendo su visión.
El viejo culto de Atum-Ra se restableció. Pero los sacerdotes de Amón constituían una enconada resistencia. Por eso fueron necesarias las radicales y definitivas iniciativas de Akhenatón y Nefertiti para volver a imponer a Atón (Atum) en su sitio. Básicamente, en esto consistió la revolución de Amarna y el nacimiento del atonismo, que restauró el culto vigente en Heliópolis unos 1.500 años antes.
Esta revolución duraría sólo 17 años. Los sacerdotes de Amón consiguieron finalmente la victoria, abolieron el culto a Atón, aniquilaron a la Familia Real e impusieron una nueva dinastía. El dios primigenio del Sol volvió a convertirse en un Sol Negro, privado de su poder.
El monoteísmo hebreo, con las tablas de la ley de Moisés, y más tarde el cristianismo, contribuyeron al definitivo derribo de este culto del Zep Tepi (el Primer Tiempo o tiempo primordial egipcio). Por eso, Atum-Ra había vagado impotente por el reino tenebroso de la noche durante 3.500 años.
Conexiones secretas
Así pensaba Savitri Devi. Asimismo, creía que su iluminación estaba favorecida por el espíritu renacido del Sol de Atum que había despertado de pronto y clamaba venganza: el Sol Negro pretendía con todas las fuerzas a su servicio (los ejércitos arios del Eje) volver a brillar en el pantheon universal y configurarse en un Sol vivo. El cambio de curso de los hechos se habría verificado definitivamente con el descubrimiento de la tumba del faraón de oro Tutankhamón, en noviembre de 1922.
Tutankhamón estaba emparentado con Akhenatón (algún egiptólogo sostiene que era su hijo). Su nombre original era Tutankh-Atón, reconvertido al culto de Amón sólo después de la total destrucción de la Revolución de Amarna. Pero, junto a su esposa, no habría abandonado jamás la fe en el culto del dios Sol primigenio. Este secreto se lo llevó a la tumba a la edad de 19 años. Con la apertura del sepulcro, el espíritu de Atón había quedado liberado y actuaba sobre el curso de la historia humana para retornar al poder religioso, guiando las fuerzas arias contra el capitalismo judío.
Savitri Devi no era la única en pensar en estos términos. También compartían la misma ideología se los elementos más esotéricos de la Organización Ahnenerbe, la Sociedad para la Herencia Ancestral, creada por Heinrich Himmler en 1935. Entre estos ocultistas destacaba
el «Rasputín» de Himmler, Karl María Wiligut o Weisthor (1866-1946) y su aventajado discípulo, Emil Rüdiger (1855-1952). Nos hallamos ante una convicción compartida por las elites más exaltadas del nazi-fascismo europeo durante los años 30 y 40.
El propio Otto Rhan, colaborador de Wiligut en la Ahnenerbe y destacado investigador del Grial, estaba convencido de la existencia de fuerzas invisibles en pugna. La guerra entre el Eje y los Aliados sería, por lo tanto, parte de una confrontación de dimensiones cósmicas y metafísicas.
«Resulta por lo menos lógico pensar que la Ahnenerbe, en el Orden Negro de Adolf Hitler, fuese la depositaria de la Tradición; en particular algunas de sus secciones, dado que comprendía muchas, entre ellas 52 científicas». Así se expresaba Devi en La India y el nazismo. En base a esta pista, hemos investigado a fondo en departamentos específicos de la Ahnenerbe, en particular en el relativo a las Ciencias y Culturas Norteafricanas y en el importantísimo de Religiones Indogermánicas.
El departamento de Religiones Indogermánicas, en la Universidad de Baviera, estaba bajo la dirección de Walther Wüst (fallecido en 1993), rector de dicha facultad. Wüst había contribuido en gran medida a la publicación de algunos libros editados por la casa editora de la Ahnenerbe. En estos textos se observa lo similares que eran las concepciones filosóficas de esta rama del nacionalsocialismo mágico con las ideas de Savitri Devi. Aunque no está demostrado, el hecho de que la expedición de la Ahnenerbe al Tíbet tuviera su base en Calcuta, hace pensar que se produjeron encuentros e intercambios culturales clandestinos entre la familia india de Devi y esta expedición.
En definitiva, de los estudios y de las experiencias, ya sea de este departamento como de las concepciones de Devi, se estaba formando una idea del nacionalsocialismo, y de Hitler en particular, como el de una futura guía religiosa donde se habría de restaurar el concepto de Tradición Primordial.
También podría haberse producido un intercambio secreto de información entre el gran egiptólogo, esoterista y alquimista René Schwaller De Lubicz (1887-1961) y la Ahnenerbe. Schwaller De Lubicz, cuyas concepciones tradicionales y políticas con claras tendencias fascistas eran conocidas, se estableció a partir de 1939 en Egipto, donde residió hasta 1952.
René Guénon lo había definido como «un peligroso exponente de la Contra-Iniciación». Lo cierto es que Schwaller repudió el hebraísmo y el cristianismo y, con el paso del tiempo, se dedicó cada vez más al hermetismo egipcio. Veía con acierto un retorno del culto al antiguo dios originario, Atum-Ra.
El final del sueño
Pero a partir de noviembre de 1942 todo cambió. Las fuerzas del Eje comenzaron a perder la guerra. Sin embargo, Devi y otros destacados ocultistas permanecieron firmes en sus convicciones, como si su guerra secreta hubiese dejado de coincidir con las vicisitudes de la guerra profana y siguiera otros derroteros. Desde el punto de vista del ocultismo nazi, ¿qué sucedió? ¿Cómo es posible que esoteristas de gran capacidad y cultura, como la misma Savitri Devi, Schwaller de Lubicz o el ex embajador de Chile, Miguel Serrano, siguieran declarándose nacionalsocialistas, sin renunciar nunca a esta opción una vez derrotado Hitler?
Después de 1945, Devi realizó un auténtico peregrinaje por Europa y por la Alemania destruida, profesando su fe por todos los pueblos alemanes, llegando hasta el lugar más sagrado de esta nación, Externsteine (las Piedras del Exterior, o las Rocas del Sol), donde pronunció una oración al Sol Primigenio, el Sol Negro: «A ÉL-ELLA-ELLO, que no tiene nombre; a Aquello que es y permanece, más allá de las formas, de los colores y de los sonidos; a Aquel cuyo pensamiento da la Serenidad al alma, sin el cual no puede haber ninguna acción destacada».
Increíblemente, el holocausto de 6 millones de judíos y la muerte de 50 millones de personas no hicieron mella en absoluto en sus concepciones religiosas, que se remontan a la noche de los tiempos.
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