¿Dónde termina el mito y dónde empieza la realidad?
Dioses y Demonios, entidades de la Luz o las Tinieblas. Así como existe el bien, pensó el hombre, también puede existir el mal personificado. El tan temido Anticristo es un mito tan enraizado que aún en la actualidad el tema genera controversias y polémica. ¿De dónde sale la creencia de que el Anticristo existe?. ¿Puede estar entre nosotros la encarnación del mal?. Lo que opinan las distintas culturas y cúales son los orígenes de tan inquietante leyenda en este post.
"La criatura caminará entre los hombres y pasará inadvertida. Pero, un buen día, se dará a conocer y fascinará a las multitudes. Concentrará en sus manos más poder que ningún otro hombre y unificará las naciones. Logrará que reine la paz mundial y se llamará El Salvador del Mundo. Cuando se proclame Dios, prohibirá el Cristianismo y se sabrá que era un impostor que sólo anhelaba la destrucción. Entonces descenderá Cristo para librar la gran batalla del final de los tiempos..."
Todas las culturas, en cualquier punto del planeta y en todos los tiempos, han creído en la existencia de dioses y Demonios; en entidades de la Luz o de las Tinieblas. Esta oposición radicaliza en los espíritus religiosos fuertes pero también está presente entre los creyentes que cultiban una religiosidad menos ortodoxa y más liviana, donde la antinomia se traduce en una denominación que enfrenta a entidades"positivas" con "negativas".
Todas y cada una de las religiones, sean grandes o pequeñas, históricas o modernas, han prosperado sustanciadas en el humano deseo de trascender la vida con sentido de esperanza. Pero hasta las ilusiones más deseables tienen contracara temible y a la vez desafiante, ya que tanto puede construir una barrera a franquear como una tentación a la que el hombre debe renunciar.
Orígenes de la leyenda
Ciertamente, la concepción ddel mundo como lucha ininterrumpida entre los representantes de una deidad bienhechora versus los emisarios de la Maldad, que sólo culminará con el fin de los tiempos, se remonta a las más antiguas cosmogonías. Las religiones tradicionales, y casi todas sus ramificaciones minoritarias, esperan el advenimiento de un Salvador, Avatar o Profeta que conduzca a la humanidad a una Nueva Era. Pero a la vez, mientras ello no ocurre, intuyen y temen la presencia del Mal, conspirando contra los designios de la divinidad.
Los musulmanes aguardan a Muntazar y temen a Iblis.
Los budistas esperan a Maitreya y temen a Mara.
Los hindúes aguardan a Kalki y temen a Kali, la diosa de la destrucción.
Pero esta rivalidad legendaria tuvo su principal expresión en el judaísmo y el cristianismo con la imagen del Anticristo, el adversario natural del Mesías
El epicentro de la profecía bíblica que ha hechado a rodar una de las leyendas más fantásticas y extravagantes de la Historia de las Religiones gira en torno al Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento. En esta literatura se han inspirado fuertes movilizaciones mesíanicas que tienen su origen en la tradición milenarista, basada en una docena de versículos que forman parte de las revelaciones de San Juan. El millennium, término latino que significa leteralmente un período de 1.000 años, enseña que Cristo reaparecerá como un querrero que vencerá al Diablo y le hará prisionero. La creencia en el Anticristo corporiza un ícono que sublima la idea de perversidad, e indica hasta qué punto puede llegar la traición y el arte de la impostura.
Hipótesis bíblicas
Si bien los teólogos no se ponen de acuerdo con respecto a quién, quiénes o a qué se refiere San Juan en sus epístolas, la mayoría de los creyentes aceptan que "la Bestia del Apocalipsis" es el Anticristo. De acuerdo con el escenario bíblico, el hijo del Demonio usurpará el lugar de Cristo, engañando la buena fe de los creyentes. Todos le seguirán y verán en él al Mesías. Pero, en realidad, será el agente en la tierra de Satanás. Las fuerzas del bien se enfrentarán con las del mal y tendrá lugar la batalla del Harmagedón. Los fieles que entregaron su vida por la fe serán "arrebatados" a los cielos y los no creyentes se convertirán en masa al Cristianismo. Al fin de este período, Satán será liberado por un breve lapso antes de ser definitivamente aniquilado, y la victoria irá seguida de la resurrección general de los muertos, el juicio final y la redención eterna. A partir de entonces, Cristo construirá el Reino de Dios y reinará en persona durante 1.000 años.
Se ha discutido mucho en torno a las fuentes históricas de esta profecía bíblica. Hasta donde se sabe, las imágenes de las batallas de Dios contra el Diablo y el final de los tiempos se remontan a mitos iraníes y babilónicos, y las narraciones que aparecen en la escatología judía serían el resultado de esa influencia. No obstante, las profecías de San Juan recogen una tradición muy arraigada, tanto en el antiguo judaísmo como entra los cristianos de la época.
Según teólogos laicos, protestantes, y no pocos cristianos, el Evangelio según San Juan fue escrito en Patmos, una isla del Mar Egeo, entre los años en que murió Nerón (9 de Junio del año 68 D.C.) y el día en que los romanos destruyeron el Templo de Jerusalén ( el 10 de Agosto del año 70 D.C.), aunque otros lo sitúan hacia el año 96.
La verdadera identidad
Sin duda, el versículo que más tinta, fervor y sangre mesiánica ha hecho corre es el que parece arrojar la clave para dar, sino con su paraderp, al menos sí con la identidad de la Bestia: "Aquí la sabiduría. El que tenga entendimiento calcule la cifra de la bestia, pues es cifra de hombre. Y la cifra es seiscientos sesenta y seis". Algunos teólogos le atribuyen al número un sentido simbólico, ya que "así como el siete significa plenitud y el ocho es, como superabundante, el número de la bienaventuranza eterna, el seis sería el número de la imperfección, repetido aquí tres veces para darle su máxima intensidad".
La figura histórica del Anticristo, asociada al triple seis, ha servido de modelo para que los precursores del cristianismo hallasen el número maldito en muchos perseguidores de su joven fe. La imagen del Anticristo pronto se convirtió en un instrumento para descalificar al adversario y tuvo bastante que ver con el desarrollo de importantes acontecimientos políticos, especialmente en tiempos de crisis.
Identificar el Anticristo en los enemigos religiosos o ideológicos se volvió un hábito que hizo escuela y trascendió las fronteras. Diferentes estilos de numerología bíblica han hecho cuentas de manera de obtener 666 de los nombres de personajes como Napoleón, Adolf Hitler, Benito Musolini o José Stalin. La mayoría de los teólogos y los religiosos le confiere un valor más simbólico que histórico, y los que ven al Anticristo como una entidad que se encarnará en Hombre son una minoría. Tiene más seguidores, en cambio, la creencia según la cual constituye una entidad sobrenatural que se manifiesta en sucesivas personificaciones históricas del espíritu del mundo.
A lo largo de los siglos, la imagen del Anticristo que se ha ido configurando en la cultura popular del fundamentalismo cristiano evoca a un ente personal decidido a presentar batalla a pesar de que es vox populi que el resultado será adverso: los fieles saben que disfrutará de un éxito transitorio y que, cuando mucho, obtendrá el control de la Tierra durante un corto período, previo a una guerra en la que le tocará la peor parte.
Pero... sí los seres humanos, desprovistos de toda facultad sobrenatural, en nuestra cultura, y es reforzada por el reverdecer de los nuevos movimientos religiosos que anuncian que la Humanidad se acerca a su fin, y que la impronta de Belcebú tiene algo que ver en todo esto. Cuando las leyendas son aceptadas como ciertas, pasan a ser la realidad de unos muchos y el concepto de leyenda se torna relativo.
El advenimiento del Anticristo y la totalidad de las previsiones apocalípticas puede que no existan más allá de la mente de millones de personas que apuestan a haber descifrado el acertijo conforme a sus creencias. Pero si esos vaticinios mueven a acciones concretas, ¿cúal será entonces el límite entre la realidad y la fantasía?.