miércoles, 25 de junio de 2008

Campos de concentracion en EEUU



Entre las víctimas indirectas de la 2ª Guerra Mundial estuvieron los japoneses que vivían en Estados Unidos. La mayoría de los que vivía en Hawai (que Japón había bombardeado) tuvo que aprender a vivir con el rechazo social y siendo tratado como enemigo del país, pero fue en el continente donde se produjeron más hostilidades.




Al principio de la guerra unos 120.000 japoneses vivían en la costa oeste de Estados Unidos, la mayoría en California. A pesar de la falta de evidencias o pruebas creíbles, Roosevelt sucumbió a la insistencia de que los japoneses debían ser clasificados como "extranjeros enemigos". El 19 de febrero de 1942 firmó la orden ejecutiva número 9066 que daba al ejército autoridad para zonas de las cuales "algunas o todas las personas debían estar excluidas".


Los militares decretaron que todos los descendientes de japoneses fueran desplazados de la costa este por haber sido declarada zona estratégica. Tuvieron que vender sus propiedades y negocios, en muchas ocasiones aprecios ridículos, abandonar sus hogares y establecerse en uno de los diez campos de reubicación construidos por el gobierno. Mientras estuvieron allí, contribuyeron al esfuerzo bélico cultivando el campo o trabajando en fábricas. Los que se negaban a hacerlo acabaron en prisión.


Algunos ciudadanos de origen japonés protestaron, sin embargo fueron recluidos durante más de dos años, hasta que a finales del año 1944 (todavía en guerra) el Tribunal Supremo resolvió que no era apropiado detener a personas cuya lealtad no estaba en cuestión. A finales de 1944 se comenzaron a cerrar los campos y se permitió a las familias volver a la costa oeste. Por entonces había unidades con estadounidenses de origen japonés luchando en Francia e Italia, a pesar de lo cual la discriminación hacia ellos continuó durante mucho tiempo después de acabar la guerra.




El gobierno estadounidense ofrecería compensaciones a las víctimas a partir de 1951, pero no se disculparía hasta 1988 afirmando que la concentración de prisioneros se debió a "los prejuicios raciales, la histeria bélica y la deficiencia del liderazgo político".

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