Estos son los siete métodos más conocidos en la guerra contra los asteroides:
-Usar la fuerza gravitacional: Cada objeto ejerce una fuerza gravitacional, también una nave espacial. Simplemente, colocando una nave enviada con ese propósito encima de la roca, podría moverla de su órbita. La aproximación podría ser realizada por la sonda Dawn, que fue lanzada en en 2007 para examinar Vesta y Ceres y que finalizará sus tareas en el cinturón de asteroides en 2015. Sin embargo, esta estrategia puede resultar muy lenta, ya que alterar el trayecto del asteroide puede requerir años e incluso décadas.
-Explosiones nucleares: La más polémica y la más espectacular, es la solución que encuentran los héroes de la película «Armageddon». Se trata de colocar una bomba en el asteroide amenazante y romperlo en mil pedazos antes de que se precipite contra nosotros. Existe un riesgo: que alguna de esas pequeñas piezas descontroladas, mucho más difíciles de detectar, siga teniendo el empeño de empotrarse contra nuestro planeta.
-Explosiones múltiples: Un mejor uso de las armas nucleares podría ser la detonación de una serie de pequeños artefactos nucleares en diferentes puntos del asteroide, lo suficientemente lejos unos de otros para que no fracturen la enorme piedra. En el espacio, las explosiones nucleares trasmitirían una fuerza relativamente pequeña, pero un buen número de ellas podrían crear una forma de propulsión, suficiente para enviar la roca lejos del camino a casa.
-Un empujón: Es la idea del viejo proyecto «Don Quijote», desarrollado por la empresa española Deimos Space para defender a la Tierra del impacto de asteroides. Con la financiación de la Agencia Espacial Europea (ESA), la compañía aspiraba a enviar la sonda en 2015 al asteroide «Apophis», el que tiene más peligro de chocar contra nuestro planeta, de forma que impactara contra la roca espacial para desviar su trayectoria. Sin embargo, fuentes de la empresa señalaron el pasado año que «Don Quijote» se limitará a realizar una misión de prueba de tecnología y de estudio de la órbita y las características del asteroide. Y eso en caso de que la ESA ofrezca su ayuda.
-La presión de la luz solar: Una vela solar podría utilizar la pequeña pero constante presión de la luz del sol sobre una amplia zona para gradualmente mover el asteroide. Las dificultades incluyen el tamaño del artefacto: la vela necesitaría un tamaño de 5.000 kilómetros cuadrados.
-Perforación: Un dispositivo de minería capaz de perforar la roca y expulsar sus desechos a gran velocidad hasta llegar a sus entrañas. El objetivo es disminuir la masa del enemigo lo más posible.
-Una capa de pintura: Una nave vuela hacia el objeto para, literalmente, pintarlo. La sustancia atrae la radiación solar en un determinada zona y lo reirradia mientras rota. Esto produce un ligero desequilibrio que, lentamente, modifica la trayectoria del asteroide. Es lo que se llama el Efecto Yarkovsky, denominado así por el ingeniero ruso que lo descubrió hace un siglo.
-Usar la fuerza gravitacional: Cada objeto ejerce una fuerza gravitacional, también una nave espacial. Simplemente, colocando una nave enviada con ese propósito encima de la roca, podría moverla de su órbita. La aproximación podría ser realizada por la sonda Dawn, que fue lanzada en en 2007 para examinar Vesta y Ceres y que finalizará sus tareas en el cinturón de asteroides en 2015. Sin embargo, esta estrategia puede resultar muy lenta, ya que alterar el trayecto del asteroide puede requerir años e incluso décadas.
-Explosiones nucleares: La más polémica y la más espectacular, es la solución que encuentran los héroes de la película «Armageddon». Se trata de colocar una bomba en el asteroide amenazante y romperlo en mil pedazos antes de que se precipite contra nosotros. Existe un riesgo: que alguna de esas pequeñas piezas descontroladas, mucho más difíciles de detectar, siga teniendo el empeño de empotrarse contra nuestro planeta.
-Explosiones múltiples: Un mejor uso de las armas nucleares podría ser la detonación de una serie de pequeños artefactos nucleares en diferentes puntos del asteroide, lo suficientemente lejos unos de otros para que no fracturen la enorme piedra. En el espacio, las explosiones nucleares trasmitirían una fuerza relativamente pequeña, pero un buen número de ellas podrían crear una forma de propulsión, suficiente para enviar la roca lejos del camino a casa.
-Un empujón: Es la idea del viejo proyecto «Don Quijote», desarrollado por la empresa española Deimos Space para defender a la Tierra del impacto de asteroides. Con la financiación de la Agencia Espacial Europea (ESA), la compañía aspiraba a enviar la sonda en 2015 al asteroide «Apophis», el que tiene más peligro de chocar contra nuestro planeta, de forma que impactara contra la roca espacial para desviar su trayectoria. Sin embargo, fuentes de la empresa señalaron el pasado año que «Don Quijote» se limitará a realizar una misión de prueba de tecnología y de estudio de la órbita y las características del asteroide. Y eso en caso de que la ESA ofrezca su ayuda.
-La presión de la luz solar: Una vela solar podría utilizar la pequeña pero constante presión de la luz del sol sobre una amplia zona para gradualmente mover el asteroide. Las dificultades incluyen el tamaño del artefacto: la vela necesitaría un tamaño de 5.000 kilómetros cuadrados.
-Perforación: Un dispositivo de minería capaz de perforar la roca y expulsar sus desechos a gran velocidad hasta llegar a sus entrañas. El objetivo es disminuir la masa del enemigo lo más posible.
-Una capa de pintura: Una nave vuela hacia el objeto para, literalmente, pintarlo. La sustancia atrae la radiación solar en un determinada zona y lo reirradia mientras rota. Esto produce un ligero desequilibrio que, lentamente, modifica la trayectoria del asteroide. Es lo que se llama el Efecto Yarkovsky, denominado así por el ingeniero ruso que lo descubrió hace un siglo.
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