Durante más de siete años los científicos que trabajan en las instalaciones del GEO600 han estado trabajando para detectar ondas gravitacionales, es decir, ondulaciones en el espaciotiempo generadas por objetos astronómicos de gran densidad. Por ejemplo generadas por estrellas de neutrones o agujeros negros.
De momento ha sido incapaz de detectar ninguna. Pero parece que se ha topado casi por casualidad con un descubrimiento aun más sorprendente. Durante años los resultados ofrecidos por el detector parecían estar plagados por una especie de ruido de fondo, de hecho, utilizando un símil propuesto por los investigadores, podríamos pensar en el granulado de una fotografía cuando tratamos de hacer una ampliación excesiva. A principios del 2009, una sorprendente teoría propuesta desde el laboratorio de física de partículas Fermilab en Batavia indica que este “ruido” nos está señalando que el GEO600 ha detectado el límite fundamental en el que el espaciotiempo deja de comportarse como un contínuo tal y como describía Einstein, para pasar a disolverse en cuantos, el “granulado” detectado.
Es más, desde el Fermilab indican que los resultados, si son correctos, muestran que el universo parece comportarse como un gigantesco holograma. Los hologramas que todos conocemos, por ejemplo los grabados en tarjetas de crédito, recrean una imagen tridimensional en cuanto la luz incide en ellos. Ya desde los años 90 del siglo XX se propuso la teoría de que se podría aplicar los mismos principios al universo en su conjunto; podríamos estar percibiendo una proyección holográfica de una superficie bidimensional sumamente distante.
La teoría del holograma resulta sorprendente, difícil de cuadrar con nuestras experiencias del día a día, pero no son pocos los físicos que la consideran acertada y ajustada a los descubrimientos que van produciéndose día a día.
¿Viviremos en un holograma?
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